viernes, 26 de noviembre de 2010

No hay excusas

   Hay momentos en que la historia coloca a las naciones ante un reto colectivo que pone a prueba su grandeza. De cómo lo resuelven depende el bienestar de las siguientes generaciones. España está ante uno de esos trances. El más importante desde que la muerte de Franco abriera la oportunidad de la transición a la democracia. Como entonces, va a medir la responsabilidad de todos, gobernantes y gobernados. Precisamente ahora que el descrédito de la clase política alcanza máximos históricos y la confianza en el juego democrático gobierno/oposición está en caída libre desde que Zapatero impuso la ruptura de los grandes consensos. Tampoco el calendario electoral ayuda. Fomenta las estrategias partidistas de unos y otros mientras el tiempo vuela en contra del interés general. 2012 será tarde. Urge que seamos llamados a las urnas para recomponer la confianza en un gobierno de legitimidad renovada. Aunque de nada servirá si los candidatos no hacen un ejercicio de seriedad previa: explicar sin tapujos los sacrificios, muchos y dolorosos, que la sociedad deberá realizar para salir de ésta. Apelación al esfuerzo colectivo que sólo se entenderá con la contrapartida de un compromiso firme para reformar un modelo de Estado insostenible y poner coto a la corrupción de las instituciones básicas de la convivencia democrática, para la que el cerco a la partitocracia y a la selección de los mediocres, la seguridad jurídica y un nuevo sistema electoral son objetivos irrenunciables. La dificultad es una excusa que la historia nunca acepta. Nos jugamos el futuro.

LA RAZÓN, 26/11/2010

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Días de vértigo

   Lo dijo con ese atrevimiento tan suyo, hace apenas dos meses, en The Wall Street Journal: “La crisis de la deuda que afecta a España y a la zona euro ha pasado ya”. Siempre inmisericorde con los vaticinios de nuestro presidente, la realidad ha vuelto a airear su insolvencia y Europa entera ha tenido que salir al rescate de Irlanda. España no es Irlanda, intenta tranquilizarnos la vicepresidenta económica con esa voz temblorosa. Tampoco Irlanda era Grecia. Y eso mismo piensan los portugueses, ahora los primeros en esa lista de candidatos a caer. Con España detrás.
   Son días de vértigo. La desconfianza en la deuda española marcó ayer un máximo histórico. El Gobierno no convence a los inversores de que las medidas de ajuste reducirán el déficit y huyen despavoridos. Ése es nuestro problema. Zapatero reaccionó al telefonazo de Obama en mayo con un precipitado recorte de las pensiones y el sueldo de los funcionarios porque no le quedaba otra. Salvado el ultimátum y consciente del coste electoral que conllevan, prefiere ganar tiempo jugando al despiste con el enérgico plan de medidas que necesitamos para esquivar el abismo. La primera, y más importante, decir la verdad a los españoles de por qué estamos donde estamos y cómo podremos recuperarnos. No es un mensaje agradable. Apela al sacrificio de una sociedad acomodada, propone una meta común y exige un liderazgo político de “acentos churchillianos” (Guy Sorman) que en España no se otea siquiera en el horizonte. Se mire a uno y otro lado.

LA RAZÓN, 24/11/2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

Nuevos tiempos

    El súbito colapso del comunismo sorprendió a la izquierda mundial, huérfana desde entonces. Y la crisis ha terminado por hundir esa versión light del socialismo que conocemos como socialdemocracia. Hoy, el vigor intelectual ya no procede de la izquierda. Allí abundan las consignas, no las ideas. El viento de los nuevos tiempos agita una recuperación de valores fundacionales de nuestra civilización: la libertad individual, la responsabilidad personal, la distinción entre el bien y el mal. Discurso que ya está en marcha en la Gran Bretaña de Cameron, en la Alemania de Merkel, en la América desencantada con Obama. Cada uno con sus matices, pero todos con dos ideas comunes: el Estado no puede sustituir el esfuerzo personal y el bienestar no puede construirse sobre el endeudamiento de nuestros hijos. No basta un cambio de gobierno. Es un cambio cultural el que proponen. Medirá su capacidad de liderazgo.
    Siete de cada diez españoles opinan, según el CIS, que “el Estado debe ser responsable del bienestar de todos los ciudadanos”. Sólo cinco de cada cien defienden que cada uno es responsable de su propia ventura. El fervor estatista de los españoles se ha multiplicado en los últimos 20 años y es compartido más allá de diferencias ideológicas, educativas o de clase. Es una gran demostración de la hegemonía cultural de la izquierda, aún vigente. ¿Quién se atreverá a explicarles a los españoles que la eficacia del Estado ya no podrá medirse por los subsidios que reparta, sino por las oportunidades que ofrezca?

LA RAZÓN, 19/11/2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

En defensa del capitalismo



Nueva lección de economía de Milton Friedman. En tiempos de duda como los de ahora, conviene mantener la claridad sobre algunas cuestiones básicas.

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Qué PSOE?

   Otra foto para la verdadera historia del partido de Pablo Iglesias. Un destacado dirigente socialista, presidente del partido en el País Vasco, declara ante un tribunal en defensa de un destacado dirigente de Batasuna-ETA. Después de haberse jactado ante todos los españoles de sus entrañables encuentros con Josu Ternera, prófugo de la Justicia y bajo orden de búsqueda y captura internacional ¿procederá el juez contra Eguiguren por no haber colaborado con la Policía para facilitar su detención? No lo hará. Eguiguren era un mandado: negociaba con ETA la tregua que Zapatero necesitaba para abrir su «proceso de paz».
   ¿Cuál es el verdadero PSOE? ¿El que entregó la vida de Buesa, Pagazaurtundúa y tantos otros de sus mejores hombres en defensa de la libertad o el que ahora, sin el respaldo de hechos verificables, defiende la supuesta buena voluntad de quienes apretaron el gatillo o contribuyeron a ello? ¿El del homenaje del lehendakari ayer a la memoria de las víctimas o el de la benevolencia con los presos que las humilla? ¿El que en tiempos de González combatió a ETA con el crimen organizado bajo la dirección de una X que ya parece despejada o el que con Zapatero busca el final negociado de ETA y no su derrota incondicional? Como en tantos otros asuntos, nos enfrentamos a la proverbial ambivalencia socialista para disimular el objetivo, expresado sin tapujos por Largo Caballero: «Ahí está la historia del partido para demostrar que la legalidad se ha roto cuando ello convenía a nuestras ideas». En ello están. Cada uno en su papel.

LA RAZÓN, 10/11/2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

Escuchémosle

   Einstein creía de forma apasionada en la existencia de normas absolutas del bien y del mal y consagró su vida a la búsqueda de la certidumbre. Murió con el desencanto de ver cómo su teoría fue víctima de un fatal equívoco: la gente confundió la relatividad física con el relativismo moral, y éste derivó en una auténtica pandemia social. El relativismo es hoy dogma universal. Y la corrección política, su férreo guardián. Ése que nos empuja a la neutralidad y nos impide emitir juicios de valor sobre lo que son conductas malas o buenas, comportamientos correctos o equivocados. Bueno. Malo. Correcto. Equivocado. Lenguaje desterrado de un mundo en el que sociedades consentidas y dirigentes sin liderazgo se retroalimentan. Zapatero es buen ejemplo: “La verdad es la formación de una opinión mayoritaria. Y los valores de la ciudadanía, los que deciden libre y responsablemente quienes representen a los ciudadanos”. A esta España donde todo vale si tiene los votos suficientes llega Benedicto XVI con un mensaje diáfano: "Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia”. Existen principios morales objetivos, más allá de las mayorías cambiantes, y la fe –dice el Papa– ayuda a la razón a descubrirlos. Escuchémosle. Es la contribución de la religión a un debate inaplazable porque –alertó Tocqueville–, “es el despotismo quien puede prescindir de la fe, no la libertad”.

LA RAZÓN, 5/11/2010

jueves, 4 de noviembre de 2010

El Tea Party no existe

Por su interés, reproduzco íntegro el análisis del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) sobre los resultados de las elecciones americanas de mitad de mandato.

   El presidente Reagan dijo: "Somos una Nación que tiene un Estado, y no al revés". Esto ha demostrado el pueblo americano el primer martes después del primer lunes de noviembre de 2010, fecha que será recordada en Occidente por la victoria ideológica que presagia.
   La derrota de Obama, cosechada por los demócratas del Congreso a los que impuso su agenda, supone el fin efectivo de esta, destinada a socializar –colectivizar– América y a cubrirla de deuda.
   La estrella de estas elecciones ha sido el Tea Party, caricaturizado hasta el extremo. Pero les contaremos un gran secreto: el Tea Party no existe. Es el pueblo americano. Lo que votó anteayer puede revocarlo en 2012, pero le gusta recordar quién es el que manda. Por eso los que odian a América y la democracia liberal, valga la redundancia, han querido tergiversar lo que no era sino la resistencia natural a los excesos burocráticos y de gasto del poder público. Si hubiera Tea Party en Europa, se llamaría Angela Merkel. Para toda la izquierda, y para cierta derecha antiliberal, el equilibrio presupuestario es herejía, y sus partidarios, extrema derecha, ultras, y nazi-fascistas. ¿Eso piensan de Merkel? Que se lo digan.
   Hay pues, bien lo vio Revel, una obsesión anti-americana. Se había tomado dos años de vacaciones en la esperanza de que Obama convirtiera Estados Unidos en Suecia. Mala suerte. El experimento ha fallado y hasta en Suecia parece que prefieren a la derecha.
   A nosotros, en cambio, nos gustan los americanos todos. Por ejemplo, el flamante nuevo senador por Virginia Occidental, Joe Manchin, del Partido Demócrata. Es contrario al aborto, contrario a incrementar los gastos a las empresas por el cambio climático, favorable al derecho a llevar armas constitucionalmente protegido, y se opone, por cierto igual que Obama, al llamado matrimonio homosexual. ¿Qué hacemos (según los medios españoles, derecha e izquierda confundidas)?, ¿apuntarlo al Tea Party?
   Los americanos no han reaccionado abruptamente. Ya avisaron a Obama en las elecciones especiales del mes de enero, cuando republicanos poco conocidos ganaron en el Senado en Massachusetts y la gobernaduría de Nueva Jersey. Decidió no hacer caso y rebajar la función presidencial hasta extremos grotescos, burlándose reiteradamente de los votantes republicanos a los que caracterizaba como vagos, bebiendo granizados mientras él trabajaba sacando al coche de la cuneta, o rechazando coger la fregona para limpiar la porquería que ellos mismos habían traído. Paradójicamente, esa misma fregona que una de las organizadoras del Tea Party se echó al hombro cuando la empresa de su marido quebró mientras Obama y Bernanke rescataban bancos.
   Lo que explica este vuelco que no se había visto desde 1946 es, en suma, el intento, fracasado, por revertir en América el progreso de los años de Reagan. La nueva mayoría de la Cámara de Representantes y los nuevos senadores republicanos intentarán impedir esta regresión buscando el equilibrio presupuestario y revitalizando la responsabilidad individual y la libertad, señas preteridas de la identidad del pueblo americano.
   Ha ganado, pues, no el Tea Party, y mucho menos los republicanos, sino la democracia liberal, con su fabuloso poder de contagio y de estímulo. Por eso tiemblan aquí las fuerzas reaccionarias. En la conclusión del afamado discurso de Gettysburg, Abraham Lincoln –el presidente de la emancipación, que era republicano– reafirma el compromiso americano de que el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, no desaparezca de la faz de la tierra. Eso, lógicamente, tiene que tener a la izquierda escamada.
   Por último, esta es una victoria electoral, pero también ideológica. Es la revocación de las políticas socialistas y de desmesura en el gasto público que siguieron a la crisis financiera de 2008. Después de la constatación del fracaso del socialismo real, o comunismo, se advierte ahora la del socialismo ficticio, conocido en Europa como socialdemocracia. Dios quiera que esa marea americana anegue pronto Europa.