jueves, 21 de febrero de 2013

No somos Bulgaria

   Llevaban semanas trabajando con esmero en un escenario de apocalipsis del que Rajoy no pudiera escapar. Españoles rebuscando en contenedores de basura el mendrugo de pan que llevarse a la boca. Enfermos muriendo sin agua y mantas en los hospitales públicos. Latrocinio institucionalizado por una casta política despreciable. A ver si hay suerte y terminamos como en Bulgaria, con el Gobierno tumbado por las protestas y la gente añorando utopías fracasadas. Escuché ayer a una joven búlgara: “No he vivido bajo el comunismo, pero he oído que entonces no había ricos ni pobres y la gente tenía para comer”. Desesperación e ignorancia. Combinación explosiva allá donde se dé y que la oposición agita contra Rajoy. La España de hoy no es el paraíso en la tierra. Tampoco el Burundi que la demagogia ha tratado esta semana de recrear. Seis millones de parados y cientos de miles de familias sin subsidio alguno son un drama humano del que Rajoy no ha intentado desviar la atención con un ramillete de brotes verdes. Quizá esté faltando ejemplaridad en los ajustes. Y las penurias sobrevenidas y los sacrificios inaplazables se llevan peor si los casos de corrupción multiplican la sensación de que nos están robando el esfuerzo delante de las narices. Pero cuando no hay harina, todo es mohína. El refrán explica la España indignada. Peligrosamente indignada. Contra todos y contra todo. La paciencia tiene un límite. Rajoy lo sabe y entiende la inquietud por una mejora que tardamos en palpar. Pero si esta España en dificultades no es Burundi, debemos evitar que intenten convertírnosla en Bulgaria. El pasado está reciente y nada añoramos de él. Sangramos aún por las heridas que abrió ocho años de socialismo. Resulta paradójico que la misma izquierda que pretende siempre ser juzgada por sus intenciones, sus buenas intenciones, apenas conceda un año a Rajoy para exigirle resultados.

LA RAZÓN, 22/02/2013

Caminos opuestos



   No por reiterada deja de sorprender. La incapacidad de la izquierda, y de la izquierda de la izquierda en la que ayer se instaló Rubalcaba, para comprender los fundamentos básicos de la economía real. Y con ellas, gran parte de una sociedad que sigue bajo los efectos de una alucinación colectiva: creer que los Gobiernos son el motor del crecimiento económico. Y que gastando más, los problemas se esfuman.
   La economía funciona o no. Es una ciencia. No una creencia. Su terca realidad puede disfrazarse con expresiones (la de “políticas de estímulo al crecimiento” ha hecho fortuna) diseñadas para la seducción de una opinión pública receptiva a las fórmulas simples. Pero el problema nunca puede ser la solución. Ni siquiera con la alquimia económica que, con su charlatanería de feriante, la izquierda vende como ciencia para mantener en el engaño a las propias víctimas de una falsa ilusión: la de creer que la prosperidad es un derecho natural, no el fruto de políticas acertadas, a veces impopulares. No se puede estimular la economía con dinero prestado cuando el exceso de la deuda fue lo que nos trajo hasta aquí.
   “Estamos pagando un precio muy alto por aprender que no se puede gastar lo que no se tiene, que no se puede vivir siempre de prestado y que hay que contar más despacio el dinero que le pedimos a la gente”. La frase de Rajoy es la de alguien que gobierna sobre realidades y, sin miedo a la impopularidad, apela a ciudadanos adultos. La propuesta de Rubalcaba de destinar 1.000 millones de no se sabe dónde para erradicar la pobreza cosecharía encendidos aplausos en la gala de los Goya. Es el conocido camino de la demagogia. Sabemos adónde conduce.

LA RAZÓN, 21/02/2012

sábado, 16 de febrero de 2013

Heroínas del ideal

   Urgida de rostros nuevos y aliento renovado, la izquierda española ha recibido dos sorpresas en una sola semana: Ada Colau y Beatriz Talegón. Jóvenes, descaradas, sin ataduras. Y, por supuesto, telegénicas. No hay plató de televisión que no se las dispute para agitar el espectáculo de esta democracia catódica. Brotes frescos del monocultivo populista que se extiende como respuesta fácil e inmediata a cada problema que esta crisis descomunal plantea. Encarnan, cada una a su manera, a la izquierda política que se lleva: buenista y subversiva a la vez. Que busca el camino perdido en la demagogia de una calle indignada y ampara en las buenas intenciones cualquier comportamiento liberticida. Ada Colau acompaña su samaritanismo con la algarada, el verbo faltón y un particular sentido de la democracia: quien dude de sus propuestas para atajar el drama creciente de los desahucios es un criminal. Así que nadie ose plantear si las fórmulas de Colau traerán hipotecas más caras y escasas para todos. Ella y su millón de firmas son la justicia sin mácula. No hay más que discutir si uno no quiere ser arrojado a la hoguera populista por crueldad desalmada. Mejor sumarse al linchamiento de la banca ladrona, icono de ese capitalismo depredador que moviliza a Beatriz Talegón. «¿Cómo pretendéis promover la revolución desde un hotel de cinco estrellas?». Con esta pregunta ha desnudado la impostura de la dirigencia socialista mundial. Pero, expresado con esa voz serena, su idealismo utópico me inquieta: «Estamos ante una crisis de la especie humana», afirma con una mirada inocente más peligrosa que las payasadas de Willy Toledo. ¿Nos está proponiendo la revolución para alumbrar un hombre nuevo? De Lenin a Pol Pot, ya sabemos cómo acaban estos experimentos cuando la izquierda, siempre bienintencionada, se pone manos a la obra...

LA RAZÓN, 16/02/2013

jueves, 14 de febrero de 2013

Muéstrelas, señor Rubalcaba

   El presidente era un hombre noqueado en 1994 cuando Aznar le espetó el célebre “Váyase, señor González”. La frase resonó en el hemiciclo como el golpe de gracia a un socialismo agonizante en un océano de corrupción y crisis económica sin control. Rubalcaba lo recordará bien: era ministro fiel. Precipitado como anda ahora, el líder socialista trató ayer de emular el momento. Y la historia se repitió, sí. Como farsa esta vez. Rubalcaba está en huida hacia adelante desde que Rajoy y el PP respondieron a las notas manuscritas de aún no se sabe quién con un ejercicio de transparencia en sus cuentas sin parangón. ¿Insuficiente? ¿Pues a qué esperan Rubalcaba y el PSOE para desnudar las suyas? No se puede someter al escarnio populista las rentas de Rajoy (“No le ha ido mal estos añitos”) y ocultar las propias con evasivas de mal pagador, por mucho Sokoda Fabia que guste de lucir en los momentos oportunos. Muestre sus cuentas, señor Rubalcaba. Aznar pudo pronunciar el “váyase, señor González” porque la autoridad moral estaba de su parte. En su boca, no es creíble.

LA RAZÓN, 14/02/2013

lunes, 11 de febrero de 2013

Ofensa gratuita

  
   El deporte siempre ha sido un instrumento de propaganda en manos de los regímenes totalitarios. La victoria en la cancha de juego es el triunfo de un modelo político; la superioridad en la pista de competición, la demostración de su viabilidad y fortaleza. El independentismo catalán -proyecto totalitario en cuanto que arrebata al individuo derechos que otorga al pueblo, los territorios y la historia por él creada-, ha encontrado la plataforma perfecta en la época dorada que está viviendo un club como el Barcelona. Si a eso le sumamos un escenario en otra tierra hostil a la idea de España, donde se asume como normal la exhibición de pancartas en favor de los terroristas, tenemos el aquelarre separatista que ayer se vivió en Vitoria. Otro más. El Rey ultrajado. Y con él todos los que creemos en España como nación constituida por ciudadanos libres e iguales. Convertida en habitual, la pitada al himno de todos en presencia del Rey ya no es una anécdota sobre la que debamos pasar de puntillas para no magnificar la provocación. Acortar el himno y subir el volumen demuestran nuestra debilidad frente a la ofensiva chulesca de quienes disfrutan cometiendo un delito del que se saben impunes.

LA RAZÓN, 11/02/2013

viernes, 8 de febrero de 2013

Lo que está en juego

   No tengo por qué creer a Bárcenas: es un hecho que, cuando menos, ha pretendido engañarnos a todos para aflorar un dinero de origen oscuro. También tengo motivos para desconfiar de El País: es un hecho que cuatro días antes de publicar los supuestos papeles del ex tesorero erraba en la verificación de una información sensible y nos vendía como exclusiva mundial un falso vídeo de un Chávez moribundo que circulaba por youtube. En democracia no existen los autos de fe. El escepticismo es saludable y las opiniones deben formarse sobre realidades contrastadas. Me repugna la moral variable de esa izquierda política que cree ciegamente al ex tesorero cuando se trata de afirmar la veracidad de los papeles que se le atribuyen, pero no le concede credibilidad alguna cuando lo niega todo de palabra. Estoy incómodo cuando se me obliga a extender el manto de la honradez acreditada de Rajoy y otros muchos dirigentes del PP a la totalidad del partido sin fisuras, sin opción para separar el grano de la paja. Lo cierto es que estamos ante un asunto de gravedad extrema porque está siendo utilizado para intentar derribar a un gobierno democrático esquivando las urnas. Y llegados a este punto, sólo un juez puede resolver quién dice la verdad y quién miente. Una mala noticia para los avezados en las tácticas del enredo y el prejuicio con el propósito de generar un veredicto popular soliviantado. Pero tampoco la ley de Lynch rige en democracia, aunque sean tiempos propicios para la irritación social. Advirtió Zakaria que el futuro de la libertad en las democracias de masas depende más de un juez imparcial que del ejercicio plebiscitario de la soberanía popular. Es su hora. Prueba de fuego para esta España cuarteada por la desconfianza creciente en las instituciones que sostienen nuestra convivencia.

LA RAZÓN, 08/02/2013

viernes, 1 de febrero de 2013

Ante la prueba diabólica

   Una crisis económica brutal está socavando los cimientos de nuestra convivencia. El desánimo se transforma en indignación y ésta, en pretexto para despejar responsabilidades propias endosando a los demás la razón de nuestros males. La corrupción amenaza ser el detonante de una situación explosiva. Necesitamos culpables. Y los necesitamos ya. Que rueden cabezas. La del Rey el primero. Y después todas las demás. Sin paciencia ya para el contraste sereno de una realidad compleja. Avanzamos en un proceso autodestructivo inquietante. Desdeñando el matiz, propensos a la corrosiva generalización, sin brújula para orientarnos entre tantas verdades que parecen mentiras y no menos numerosas mentiras que parecen verdades. Nos basta una escena para dar por vista la película entera. Suplimos la lentitud de la justicia a golpe de titular, con la tertulia alborotada como fiscal y la habitual “pena de telediario”. Motivos de sobra nos han dado para dejar de creer y ahora cualquier sospecha la procesamos como certeza. Por eso cuesta entender que la Casa Real no haya cedido a las presiones para condenarlo de antemano y mantenga en su cargo al secretario de las Infantas mientras no exista un cargo contra él. Por eso también algún medio se permitía ayer titular que la contabilidad de Bárcenas “prueba los sobresueldos a la cúpula del PP”. A la espera de lo que verdaderamente prueben, lo cierto es que un presunto delincuente acorralado por la ley y con la cárcel en el horizonte, sumado a una falta de determinación para romper con él cuando llegó el momento, han colocado al PP ante la prueba diabólica: demostrar que no hizo lo que muchos dan por hecho que hizo. Pero estas son las reglas en estos tiempos convulsos. Se equivocará gravemente el PP si convierte la dificultad en excusa en vez de acicate para un decidido ejercicio de transparencia y, si procede, de auténtica regeneración.

LA RAZÓN, 1/02/2013