jueves, 14 de abril de 2011

Todo vale

   La izquierda se cree con las únicas credenciales para el gobierno democrático. Y todo gobierno que no sea el suyo debe ser considerado una excepción, si no una anomalía. Cuando la realidad es tan evidente que desborda todo intento de dominio, termina imponiéndose y la mayoría le abandona, la alternativa política al PSOE siempre debe superar una última resistencia: la del agit-prop. Late en la genética leninista de nuestra izquierda, que en España se expresa al grito de “¡que viene la derecha!”. Es el doberman del 93, la algarada del “pásalo” en 2004 y el “nos interesa que haya tensión” de Zapatero en 2008. Si sales a la calle para defender la dignidad de las víctimas, estás crispando. Si lo haces para protestar por una negociación infame con ETA, no quieres la paz. Si promueves la excelencia en las aulas, segregas. Si alertas de la crisis económica que tratan de esconder, eres un antipatriota. Si preguntas por el chivatazo del Faisán al ministro del “necesitamos un gobierno que no nos mienta”, un ultraderechista. Si rechazas sus proyectos de ingeniería social, un carca. Si no te sumas a su revisionismo histórico, un fascista. Si defiendes los derechos del no nacido, un meapilas. Y si informas de todo sin consultar el argumentario de Ferraz, quedas inhabilitado para el periodismo. Insulto, descrédito, ridiculización. Mordaza al fin. Todo vale para neutralizar a quien ose desenmascarar las maniobras de este régimen sectario levantado sobre la subvención y la mentira. ¿Cómo convencer después a una mayoría de que quienes han generado cinco millones de parados sigue siendo mejor opción que quienes crearon cinco millones de empleos entre 1996 y 2004? En ello están. Caiga quien caiga.

LA RAZÓN, 15/04/2011

viernes, 8 de abril de 2011

Propaganda socialista

   Están nuestros socialistas enzarzados por el cartel electoral. Disfrazando como ejercicio de democracia interna el despido fulminante de un líder caducado. Discuten de rostros. Jalean nombres. Y se enredan en estrategias miopes. Sus ideas, ahí siguen: intactas. Es su problema y no lo ven. Chacón y Rubalcaba. O Bono y Vara. ¿Qué les distingue? Se va a cumplir un año del día en el que, tras recibir un baño de realidad con los telefonazos de Obama, Hu Jintao, Merkel y Sarkozy, Zapatero se presentó en el Parlamento para enmendar todo su discurso buenista y falsamente solidario. Recortó las pensiones, bajó el sueldo a los funcionarios, subió los impuestos, suprimió los subsidios que se había sacado de la chistera. Lo que nunca iba a pasar, pasó. Todo con el respaldo de los mismos que ahora aspiran a sucederle.
   El PSOE está ante un dilema insoluble: el electorado de izquierdas no se reconoce en un partido que les receta medidas antes despreciadas por “neoliberales”, pero es su añejo armazón ideológico quien se ha demostrado insolvente para el gran reto de cómo lograr el crecimiento económico que garantice el Estado del Bienestar. El gratis total con el que los socialistas tradicionalmente seducen al electorado se ha demostrado una ficción y el subsidio y la subvención con las que edifican su fortaleza clientelar son inviables con las arcas vacías. Es posible que aún haya quien crea a gente como Bono cuando dice, sin rubor: “Los parados son nuestros cómplices. Saben muy bien que vamos a resolver sus problemas ahora con más soltura y desahogo porque Zapatero no a tener que rendir cuentas”. Moviéndose en el terreno de la propaganda y el engaño, los socialistas aún son maestros.

LA RAZÓN, 8/04/2011

viernes, 1 de abril de 2011

ETA, Aznar y Zapatero

   Aznar no negoció con ETA. A Aznar ETA intentó asesinarlo. Antes de que alcanzara la presidencia del Gobierno porque sabía a quién tendría enfrente si llegaba a la Moncloa. Como no pudo, le tendió una tregua-trampa con la complicidad del PNV. Y en el ejercicio de su responsabilidad como presidente, Aznar autorizó un contacto, sólo uno, con los terroristas. Con este objetivo: verificar si el alto el fuego que le ponían encima de la mesa, sin haber sido negociado previamente con el Gobierno (como hizo Zapatero), tenía visos de convertirse en oportunidad de paz definitiva.
   El encuentro (en Suiza, el 19/5/1999) fue tenso. Las actas de ETA reflejan una cita sin componendas, con cada uno en su papel. “Estamos pidiendo una concreción”, reclaman los terroristas. “El presidente de España no puede asumir compromisos que atañen al Estado”, responden los enviados de Aznar. Los etarras aprietan. Exigen un compromiso. Los representantes del Gobierno no ceden: “No tenemos posibilidad de negociar la salida de las fuerzas armadas, el derecho de autodeterminación (…) Un gobierno no puede poner encima de la mesa los objetivos de una organización terrorista y no hay más que hablar”. Los etarras muestran su decepción: “Venían con las manos en los bolsillos, sin ninguna propuesta concreta”.
   Compárense con las actas que delatan a Zapatero. Se cambiaron Gobiernos, se destituyeron fiscales, se ocultaron las cartas de extorsión, se ofreció financiación “si el problema es el dinero”, se evitó la redada del Faisán, se cedió al chantaje de De Juana, se relajaron los controles policiales, se prometió la legalización de Batasuna... Y ayer, por La Razón, nos enteramos de que los socialistas ya hablaban con ETA mientras Zapatero firmaba con Aznar el Pacto Antiterrorista. Frente a ETA, Zapatero y Aznar son cara y cruz.

LA RAZÓN, 1/04/2011