miércoles, 26 de junio de 2013

En la hoguera populista

   El populismo sepulta cualquier intento de debate serio en España. Por algo somos el país con el concepto más asistencial del Estado. Ocho de cada diez compatriotas creen que el Estado debe garantizar su bienestar. Porcentaje superior al de las grandes socialdemocracias europeas. La pasión por el asistencialismo público no ha dejado de crecer en las últimas décadas y no discrimina por ideologías. Se observa tanto en el votante de izquierdas como en el de derechas. Wert lo está sufriendo en sus carnes. Según una reciente investigación demoscópica de la Fundación BBVA, somos los europeos más opuestos al principio de que los que se esfuerzan sean recompensados. Así que no sorprende la que se ha montado contra la pretensión de elevar el listón de las becas universitarias del aprobado raspado a una nota del 6,5. Un exceso que asusta incluso a quienes dentro del PP ceden a esa demagogia ambiental que se impone con su amplio catálogo de derechos sin obligaciones. Acusa la izquierda a Wert de fomentar la exclusión social. Y hasta los suyos le dejan solo. Sin coraje para defender que los estudios universitarios ya están «becados» (esto es, subvencionados) en España, donde sólo pagamos el 20 por ciento del coste de la carrera. Menos de lo que se paga en otros países desarrollados, como ayer demostró la OCDE. Pero ahora es la beca misma la que se ha convertido en derecho. Así que a la hoguera con este ministro osado que pretendía exigir un heroico 6,5 a quienes, financiados con el esfuerzo de nuestros impuestos, se sienten liberados del compromiso que toda beca implica: la esforzada forja de un valor cuyo beneficio revierta en la sociedad del mañana.
 
LA RAZÓN, 26/06/2013

viernes, 21 de junio de 2013

Ahora, a retratarse

   Los padres fundadores de nuestra democracia diseñaron el modelo autonómico como marco de convivencia nacional respetuoso con las singularidades regionales. Su éxito dependería de un desarrollo sensato. Desde hace 35 años, la deslealtad manifiesta de unos, el interés electoral de otros y la debilidad de quienes debían defender el compromiso nacional han empujado a España por la senda del particularismo. Nos percatamos ahora: es el camino opuesto al que debemos recorrer para escapar de la crisis. Y no es fácil la marcha atrás.
   Las Comunidades han mutado en 17 Estados miniatura. 120 de las 218 medidas del Gobierno para la reforma de la administración pública tratan de corregir esa duplicidad de servicios prestados a la vez por el Estado y la autonomía correspondiente. El ciudadano paga por ambos, cuando bastaría con que lo hiciera una sola vez. La crisis, que no todo lo que trae es negativo, nos impulsa a poner coto a este despropósito. Buena oportunidad para reconducir un modelo desbordado.
   Rajoy acierta al colocar sus reformas bajo el único criterio de la eficiencia. Es la calidad del servicio lo que importa, no la titularidad de quien lo ofrece. Este debate, aún no superado por la izquierda ideológica, como demuestra su permanente agit-prop sobre lo público y lo privado en la gestión de los servicios esenciales, se abre ahora a gobiernos autonómicos de todo color. Costará verles, nacionalistas o no, cediendo estructuras de poder, por mucho ahorro que suponga para el contribuyente al que luego castigan con sus impuestos. Pero quedarán retratados ante su electorado. Porque no vale ir de víctimas ante la exigencia de estabilidad presupuestaria cuando después gastan sin necesidad.

LA RAZÓN, 21/06/2013 

viernes, 14 de junio de 2013

Lo que el pacto esconde

   El PSOE es hoy un barco hundido. No es una opinión. Es la conclusión del informe sobre la democracia en España elaborado por la Fundación Alternativas, nada sospechosa de veleidades liberales o conservadoras. La intención de voto declarada al PSOE es inferior al 15%. Hay que remontarse a la AP de Hernández Mancha para encontrar una cifra tan baja en una de las dos grandes formaciones nacionales. El desgaste del PP en la gestión de la crisis no está siendo capitalizado por el todavía principal partido de la oposición, que sigue desplomándose en las encuestas con su estrategia del no a todo. Sobre esta realidad dramática para los intereses del socialismo hay que interpretar la disposición de Rubalcaba al pacto con Rajoy en la ofensiva del Gobierno para arrancar de Europa un giro en las políticas de austeridad. Rubalcaba hace de la necesidad virtud, Rajoy fortalece su liderazgo y ambos creen reconciliarse con una opinión pública nostálgica de tiempos más propicios a los grandes acuerdos nacionales. Márketing. Poco más. Porque el pacto tiene una eficacia irrelevante más allá del efecto alucinógeno que provoque en una sociedad hastiada de que nunca haya espacio para el entendimiento. Ante Merkel, la alianza que cuenta es la que Rajoy ha trenzado con Hollande y Letta. Ahí Rubalcaba es irrelevante. Y nada indica que el PSOE esté dispuesto a transitar por la senda del compromiso (reformas de las pensiones y la educación, por ejemplo) cuando la recompensa no sea una foto sacando pecho ante el ogro de Merkel, ahora que Rajoy también asume que el crecimiento económico pasa por el impulso de nuevas políticas de gasto público.

LA RAZÓN, 14/06/2013

domingo, 9 de junio de 2013

Con o sin pacto

Si los españoles hubieran deseado un acuerdo de socialistas y populares para salir de la crisis no hubieran concedido respaldo tan mayúsculo a Rajoy. Tampoco hubieran castigado al PSOE con el peor resultado de su historia. Eligieron a Rajoy para sacar a España del abismo al que fue conducida por ocho años de ilusionismo. Este capital de confianza ha garantizado una estabilidad política que ya hubieran deseado para sí otras naciones vecinas en apuros extremos. La gobernabilidad ha permitido al Gobierno adoptar decisiones difíciles y urgentes, algunas erradas, otras mal explicadas, pero muchas inevitables, sin necesidad de tener que sumar apoyos. Ha puesto en marcha reformas incómodas sufriendo el desgaste en soledad. No podía ser de otra manera. En esta política de bajo vuelo que nos atrapa, a nadie le apetece irritar con malas noticias a quienes luego tendrá que pedir el voto. Tampoco promover los cambios necesarios, siempre engorrosos, para adaptarnos a los nuevos tiempos. Los procesos de modernización liquidan privilegios y combaten ineficiencias. Nos obligan a vivir de otra manera. No son gratos. Pero cuidado con el señuelo que un Rubalcaba en apuros ha puesto en circulación. El consenso no es un valor en sí mismo. Implica renuncia y, parafraseando a Thatcher, puede acabar en algo en lo que nadie cree y a lo cual nadie se opone. Lo contrario de lo que necesita España. Más importante que el pacto es el acierto en las políticas indispensables. Rajoy y Rubalcaba pueden coincidir en exigir más liquidez a Alemania, pero la emisión de dinero no sustituye a las reformas. Si al PSOE le ha sobrevenido un arrebato de patriotismo, ahí tiene las pensiones, convertidas en bomba de relojería por una evolución demográfica inapelable. Su reforma viene obligada, con crisis o sin ella, lo aconseje Merkel o no. Y la inacción no es opción.
 
LA RAZÓN, 9/06/2013