viernes, 18 de abril de 2014

Paro y saqueo

   El paro no es un drama en Andalucía: es una oportunidad para el saqueo de los fondos públicos por parte de sindicatos, gestorías, aseguradoras, holgazanes y pícaros perfectamente organizados. El paro andaluz es el pretexto para un latrocinio consentido por una administración que mira hacia otro lado porque su forma de gobernar se asienta en la prebenda y el subsidio, debidamente engalanadas con el falso velo de la justicia social, faltaría más. Primero fueron los ERE fraudulentos, con los que avispados defensores de los trabajadores amasaron bajo el colchón dinero “pa asar” una vaca; ahora, los cursos de formación para desempleados financiados por la Unión Europea. Millones y millones de euros que nunca fueron a atajar el problema del paro en la región con menos trabajo del Continente, sino que se esfumaron entre cursos que no se daban, alumnos que no existían, profesores que no lo eran y empresas sin trabajadores. Conocemos el triste récord andaluz el mismo día que la Policía nos descubre el nuevo escándalo, aún mayor que el precedente: paradoja de una realidad que supura corrupción a borbotones y no hay quien la oculte ya con discursos victimistas de retraso histórico y urgencia redistributiva. Vayamos a Merkel a exigirle ahora más fondos. Reclamemos a suecos y holandeses ayudas que permitan a los andaluces converger con su bienestar. Expliquémosles a catalanes y madrileños por qué deben seguir aportando parte de su riqueza a la solidaridad interterritorial después de treinta años haciéndolo a fondo perdido en lugares como Andalucía, donde el socialismo omnímodo la ha malversado en la formación de un régimen clientelar que impide toda posibilidad de progreso.

LA RAZÓN, 17/04/2014

jueves, 10 de abril de 2014

Una puerta abierta

   “Somos socialistas, no nacionalistas”. Sonó cristalino Rubalcaba. Revolucionario, diría. Después de tantos años con el PSOE encamado con nacionalistas e independentistas de todo pelaje allí donde fuera necesario para tocar poder a cualquier precio. A la espera de que el comportamiento de sus compañeros catalanes no enmiende a Rubalcaba, bienvenido sea el regreso del socialismo patrio a la sensatez. Y a su cauce natural: la izquierda obrera siempre fue internacionalista, nunca nacionalista. 
   Estando firme en la defensa de la legalidad constitucional junto al PP (y también en la del parlamento como representación del pueblo español, en estos tiempos donde al PSOE le gusta flirtear con la protesta callejera como experiencia de democracia real), Rubalcaba dejó abierta una puerta inquietante con su propuesta federalista. No tanto porque no sea ésta una iniciativa democrática viable, que lo es, sino porque concede a la reivindicación victimista del nacionalismo una legitimidad en el momento más inoportuno. El problema de España no es la Constitución, es el nacionalismo. No lo es una Carta Magna perfectible ni una Cataluña necesitada de encaje, sino esa religión laica que con su fe inquisitorial y su liturgia populista de agravios seculares subyuga al individuo y anula su libertad para devolverlo encadenado a la tribu. Es esa naturaleza opresora que arrebata los derechos a los ciudadanos para otorgárselos a un pueblo idealizado mediante falsificaciones históricas y generaciones educadas en el odio a España. Este es el problema. Como las mareas, sube o baja según las acciones y omisiones de unos y otros. Quizá no haya otra solución que conllevarlo, concluyó Ortega. Pero sin caer en su trampa porque no hay reforma constitucional que sacie su aspiración última: romper España.

LA RAZÓN, 11/04/2014

jueves, 3 de abril de 2014

Un Valls para el PSOE

   

   Solo hay que escuchar cada día a Elena Valenciano para darse cuenta de cuál es el problema del PSOE. Las realidades evolucionan, los asuntos exigen nuevas respuestas y, sin embargo, los socialistas permanecen fieles a sus antiguallas ideológicas, apolilladas por el paso del tiempo que certifica su fracaso. Su empecinamiento por competir con el espacio de la izquierda más rancia es algo propio de este PSOE desconcertado, no del resto de los partidos socialistas en Europa. En Alemania, la socialdemocracia en ningún momento se planteó pactar con los comunistas para arrebatar el poder a una Merkel arrolladora en las urnas, pero sin mayoría absoluta: hoy gobierna con ella. Ahora, en Francia llega a Matignon un socialista que ofrece un perfil insólito en las huestes de Ferraz. Como alcalde de Evry, Manuel Valls propuso poner a una explanada el nombre de Juan Pablo II, dobló el número de policías municipales con el argumento de que “ningún rincón de la ciudad debe quedar en manos de los gamberros”, afirmó que una reforma de la universidad debería superar “los estragos del igualitarismo” y votó a favor de convertir en delito los ultrajes a la bandera y el himno nacional. En 2011 compitió en las primarias socialistas y perdió sin paliativos. Defendía la derogación de la ley de las 35 horas semanales de trabajo porque había que trabajar más y abogó por déficit públicos por debajo del 3 por ciento. ¿Se imaginan a un socialista español haciendo carrera con estas propuestas? En Francia ha llegado a primer ministro. De haber seguido en España, donde nació en 1962, Valls no sería nadie ante Elena Valenciano.

LA RAZÓN, 3/04/2014