viernes, 26 de abril de 2013

Golpismo

   Los jóvenes violentos que pretendían derribar el régimen democrático con su asedio al templo de la soberanía popular son un puñado de idiotas. Sin más. Se les combate con el Código Penal en mano firme. Sin complejos ni debilidades apaciguadoras como la de suspender la actividad parlamentaria. Más difícil de atajar es la subversión que una izquierda necesitada de votos cultiva con la crisis como excusa y justificación. Me da más miedo el mensaje que traslada el energúmeno de Beiras golpeando el escaño de un presidente elegido por el pueblo que esos cuatro encapuchados nihilistas seducidos por un manual de guerrilla urbana. Más indefenso me siento escuchando al presidente del Tribunal Supremo identificar el asedio al domicilio particular con la libertad de expresión y manifestación que oyendo los gritos de odio y sedición de una escuálida cuadrilla de ignorantes en la Carrera de San Jerónimo. Existe más peligro para la libertad en el discurso de socialistas y comunistas endosando al Gobierno la responsabilidad de la violencia por sus medidas económicas, que en el cóctel molotov del anarquismo iluminado. Me inquieta esa izquierda que no razona, se indigna, creyendo que así reviste de dignidad su ausencia de razones. Hábil maniobra que le permite arrogarse de autoridad moral para buscar en el alboroto de la calle el respaldo que no encuentra en las urnas. En plena marea ciudadana de desafección a la política, una convocatoria golpista no ha sido motivo suficiente para la condena explícita e inequívoca de los diputados del PSOE e IU que forman del Congreso que se quería derribar. ¿Miopía suicida? No. Resabio de su pasado, donde la democracia les servía en la medida en que no obstaculizara otras aspiraciones.

LA RAZÓN, 26/04/2013

jueves, 25 de abril de 2013

Defensa de la palabra

   Oportuna reivindicación de Caballero Bonald en la entrega del Cervantes: “Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes quieren quitárnosla. Siempre hay que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la razón”. Más que nunca en tiempos de confusión como estos, donde las palabras son combinadas a capricho para que cambien de significado y contribuyan a la distorsión de la realidad. Cuando la perversión del lenguaje se concentra en un titular ya tenemos una verdad instalada para el abuso cotidiano. Vamos con algunos casos. Deseando, como estamos todos, que la economía se recupere, nos venden crecimiento como antónimo de austeridad, cuando lo opuesto a la austeridad es el despilfarro, el dispendio, la ostentación. La austeridad está más cerca del ahorro, que siempre fue considerado una virtud. Austeridad es ahora palabra maldita, pero no habrá recuperación económica sin equilibrio presupuestario. Otra expresión feliz: estímulos al crecimiento. Fórmula mágica de acción-reacción que justifica el gasto. Público, por supuesto. Hay que gastar para crecer. Y sólo gastando más, creceremos. Mantra socialdemócrata con cara oculta: todo gasto sale de los impuestos. Experiencia acreditada: reducir los impuestos y dejar mayor margen a cada uno de cómo quiere gastar o invertir las rentas de su trabajo es un excelente estímulo para el crecimiento. Acabemos con la prima de riesgo. Celebramos estos días que haya dejado de ahogar a España. Podemos financiarnos mejor, nos dicen. Traducción: podemos endeudarnos con más facilidad. A final de año, nuestra deuda alcanzará el 90 por ciento del PIB. Vivir de prestado no parece una opción sostenible en el tiempo en esta España que algunos se empeñan en desahuciar de la responsabilidad y el sentido común. A Rajoy se le pueden reprochar muchas cosas. Tranquiliza que no ceda a los cantos de sirena que invitan a gastar lo que no tenemos.

LA RAZÓN, 25/04/2013

viernes, 19 de abril de 2013

Qué modernos tan antiguos

   Ofrece soluciones fáciles para todos los problemas, incluso los generados durante sus 22 años de gobierno en 33 años de democracia. Muestra, en cambio, una incapacidad irritante para resolver los propios. Aquellos que le están condenando a la irrelevancia. Y lo que es peor, convirtiéndole en un problema para esta España necesitada de estabilidad y prudencia. Éste es el PSOE. Aboga por una monarquía moderna, del siglo XXI dice, quien ha metido la marcha atrás para abrazar políticas decimonónicas a las que había renunciado cuando rompió con el marxismo. Tiene gracia que los consejos de modernidad provengan del partido liderado por un político con mucho pasado y ningún futuro. En este arrebato por la modernidad de los demás, el PSOE pudo aconsejar al sindicato hermano que aprovechara su congreso para finiquitar a un Cándido Méndez aferrado a un mandato insólito en nuestra historia democrática. Así se desangra el PSOE. Por la ausencia de credibilidad. Aplaude a los engañados por las preferentes cuando éstas se comercializaron bajo el gobierno de Zapatero y en los consejos de las Cajas se lucraban socialistas y sindicalistas. Agita la turba contra los desahucios cuando su gobierno aprobó la ley para agilizarlos y las víctimas eran entonces tildadas por Chacón de “morosos profesionales”. Al PSOE le han reventado las costuras del compromiso nacional. Desparrama ahora los excesos izquierdistas que tenía contenidos, no extinguidos: la aversión por la propiedad (ajena, claro), la pulsión chavista por el “¡exprópiese!”, la tentación totalitaria que aprecia el megáfono en la calle más que el voto en la urna… No engañó Rubalcaba: “Vamos a hacer un proyecto político en el que si un socialista de hace 100 años levantara la cabeza se reconociera inmediatamente y exclamara: ¡Estos son los míos!”. Grotesco verles rivalizar con IU por quién levanta el puño más alto y luce mejor la camiseta del Ché. ¡Qué modernos!

LA RAZÓN, 19/04/2013

viernes, 12 de abril de 2013

Falsos samaritanos

   Descubrir a los enemigos de la libertad emboscados en la buena voluntad de la gente para desarrollar sus proyectos liberticidas no es nuevo. Ya en el año 341 antes de nuestra era, Demóstenes intentaba abrir los ojos de los atenienses sobre las pacíficas intenciones de Filipo de Macedonia. "Se cubre con la palabra de paz mientras se entrega a actos de guerra", les decía. Que una familia cercada por la crisis pueda perder su casa y quedarse en la calle sin más, es motivo justificado para la solidaridad colectiva. Y para buscar soluciones desde la política. Pero vamos descubriendo estos días cómo la espontánea movilización ciudadana ante un drama humano está siendo secuestrada por intereses subversivos que se extienden como reguero de pólvora en la yesca del descontento aventado por la crisis. Amparados en la coartada samaritana, pretenden dinamitar los pilares de la democracia liberal: el respeto a la propiedad, la seguridad jurídica y la representación política. Junto a tanto corazón generoso, Doris Benegas, abogada de Stop Desahucios, candidata en las marcas blancas de Batasuna y amiga de Otegi, no esconde sus intenciones: “Esperamos dar el golpe final a este Estado opresor”. El diario “El País” cedió una contraportada al actor Alberto San Juan para explicar cómo: “Tirar las vallas del Congreso y liberarlo, porque está secuestrado”. Si no fueran frases de una abogada “solidaria” y de un actor progre censuraríamos el golpismo intolerable que representan. Sin medias tintas. Sus carreras estarían arruinadas. Nos conformamos con catalogarlas como esas cosas de los anti-sistema. Genial la viñeta de Borja Montoro hace unos días en La Razón: “Antisistema no soy, tengo uno…” ¡Vaya si lo tienen! Y da miedo. Los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas, advirtió Churchill. Aquí están ya. Aporreando las puertas de quienes democráticamente nos representan.

LA RAZÓN, 12/04/2013

viernes, 5 de abril de 2013

Veredicto para una Infanta


   Falta el juicio, incluso el procesamiento, pero tenemos veredicto. El de una opinión pública, más que soberana, absolutista. Zapatero supo ver lo que venía: “La verdad es la formación de una opinión mayoritaria”. ¿Para qué entonces los tribunales? ¿Qué necesidad de la investigación paciente y minuciosa, fiel a los hechos probados, respetuosa con los derechos individuales e inmune a los prejuicios? No hay tiempo para estas minucias en esta sociedad del espectáculo que debe ser convenientemente alimentada. De forma inmediata. Y renovada cada día. Donde la imputación es estigma que se arrastra como condena y la pena de telediario, alcantarilla por la que se nos escapan las garantías constitucionales. Si la verdad se identifica con la mayoría, la pugna por imponer una interpretación de la realidad sustituye la labor de jueces y fiscales, y las encuestas posteriores se convierten en sentencia inapelable. Es la voz del pueblo. Arrogado de infalibilidad. A ver quién le lleva la contraria en esta estampida nihilista que, provocada por el descontento de la crisis, amenaza con arrasarlo todo. Cuando el juez Castro reconoce que los 14 indicios contra Doña Cristina “en sí mismos y aisladamente considerados, carecen de peso suficiente para sustentar la imputación”, pero decide hacerlo para que la instrucción no se cierre “en descrédito de la máxima de que la justicia es igual para todos”, es fácil deducir que el magistrado no ha logrado zafarse de un clima social propenso al linchamiento. El juez Castro ha entrado en la historia sentando a un miembro de la Familia Real en el banquillo. La opinión pública aplaude. Si la hija del Rey no resulta siquiera procesada o, llegado el caso, declarada inocente, los que hoy celebran que la justicia funcione clamarán por su ausencia. Va a resultar que cuando pedimos justicia lo que queremos es sólo que nos den la razón. La tengamos o no.

LA RAZÓN, 5/04/2013

jueves, 4 de abril de 2013

En carne mortal

  


   Cándido Méndez se apareció ayer en carne mortal. Iba siendo hora. Veintidós días. Tan amigo del megáfono en la calle él. Nunca antes permaneció tanto tiempo sin decir esta boca es mía. Al menos con un gobierno del PP. Porque ya sabemos que cuando no es la derecha quien gobierna, los sindicatos callan sin esfuerzo. Veintidós días después, para decir lo que ayer dijo, Méndez podía haber seguido en silencio. Despachó la tormenta de descrédito e ignominia que la juez Alaya y las investigaciones de la Policía han descargado sobre la UGT como un intento de deslegitimación de su labor sindical. Y acorralado por las pruebas que se acumulan en contra, Méndez tiró del manual del cargo público en apuros: “Tengo la conciencia tranquila”, “rechazo cualquier vinculación con la trama”, bla bla bla. El “Eregate” que sacude al PSOE y al sindicato hermano no va a ser obstáculo para que la próxima semana Méndez sea reelegido como líder de la UGT en un congreso manso y se convierta así en el dirigente con más años en el machito desde Pablo Iglesias, su fundador en 1899. Camino de 23 años en el cargo. ¿Sindicatos anquilosados? Que se renueven otros. Ni Hugo Chávez alcanzó algo así.

LA RAZÓN, 4/04/2013