viernes, 27 de abril de 2012

Confabulación

   Un esbozo de nuestro modelo sanitario: los españoles somos los europeos que más vamos al médico (8,1 visitas anuales frente a las 5,8 de media en la UE) y sólo EE.UU. consume más medicamentos que España. Unos apuntes de nuestro modelo universitario: tenemos el doble de alumnos que Alemania, con la mitad de su población, distribuidos en 79 universidades (siete sólo en California), pero ninguna entre las 150 mejores del mundo. Esto tiene un nombre: despilfarro. Con todas la letras. Aunque antes pudiéramos permitírnoslo y ahora no. Ninguna de las reformas del Gobierno para corregir disparates así vulnera derecho básico alguno. Ninguna cercena servicios esenciales. Pero está por ver si la mayoría democrática será suficiente frente a las fuerzas confabuladas.
   La primera, el populismo. Esa excitación primaria que niega la realidad para no encarar lo evidente: sólo podremos disfrutar de lo que podamos pagar. No es difícil de entender, aunque después de tantos años de prosperidad sin fin, nos acostumbramos a que el bienestar nos es dado de forma natural, como el sol o la lluvia, y olvidamos qué recetas lo hacen posible.
   Un PSOE entregado a la subversión y el sabotaje es la segunda. Al partido que nos ha gobernado 22 de los últimos 30 años le han bastado dos días en la oposición para abrazar el alma pendenciera de Tomás Gómez (“Las respuestas no pueden ser débiles”) frente al consejo responsable de Felipe González (“Hay que ayudar a este Gobierno, aunque no se deje”).
   La tercera fuerza ha eclosionado en el peor trance: un modelo territorial que bloquea cualquier proyecto nacional, ahora que el futuro de todos está en manos de que las comunidades cumplan. Dice Montoro: “Es el momento de dejar de mirarse el ombligo. Así hacemos más España”. Después de 35 años ininterrumpidos de gobiernos consintiendo o colaborando en su disolución, se antoja tarde.

LA RAZÓN, 27/04/2012

viernes, 20 de abril de 2012

Ecos de Churchill

   “Todos sabemos qué hacer, pero no sabemos si después de hacerlo seremos reelegidos”. La frase de Jean-Claude Juncker, avezado político luxemburgués y hoy presidente del Eurogrupo, sintetiza el dilema al que se enfrentan los gobiernos en estos tiempos de fin de fiesta con tintes dramáticos. Obligados a ejercicios de equilibrio en el abismo con políticas que no pueden ser lo radicales que la urgencia exige si pretenden llegar vivos a la próxima cita electoral. Compiten, además, con oposiciones que prefieren recorrer el atajo de la irresponsabilidad. En España. O en Francia, donde Europa se juega el domingo su futuro y la izquierda avanza a lomos de un populismo que sigue prometiendo un paraíso perdido. Así que, unos porque no quieren perder el poder y otros porque aspiran a recuperarlo cuanto antes, nadie se atreve a erigirse en estadista y jugarse el pellejo galvanizando a la nación con un mensaje de confianza en el futuro, sí; pero sin paños calientes.
   Resulta descorazonador seguir escuchando a nuestros dirigentes proclamar la garantía de la sanidad gratuita cuando, entendida como un bien de consumo del que no se percibe su coste, es una de las grandes razones que han convertido al sistema en inviable. Así lo constata cualquier informe serio e independiente. Lean el de McKinsey-Fedea. El repago farmacéutico es un paso positivo, pero insuficiente. El gasto sanitario seguirá disparándose por múltiples razones, mientras los políticos muestran un temor insalvable a racionalizar su demanda con medidas que la demagogia convierte en recortes de derechos.
   El miedo a espantar el voto. Siempre bloqueando las políticas de horizontes amplios y las reformas imprescindibles, hoy necesariamente dolorosas. “Confiad en el pueblo. Le diré lo peor y no consentirá verse batido”. Ecos de Churchill para estos tiempos difíciles, huérfanos de liderazgo.

LA RAZÓN, 20/04/2012

jueves, 19 de abril de 2012

¡Viva el Rey!

   Don Juan Carlos cometió un error grave. No mayor de los que protagonizan a diario dirigentes en quienes depositamos la confianza para regir nuestros destinos. Sólo al Rey hemos escuchado de forma tan diáfana, sin medias tintas, reparar su yerro: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir” ha confesado a los españoles mirándoles a la cara. Reconocimiento, perdón y propósito de enmienda. Si algunos lo dudaban, éste es el monarca que hace 37 años recibió un poder absoluto y lo cedió al pueblo para que se dotara de un régimen de libertades modélico.
   Su cacería africana fue antiestética e inoportuna, pero el Rey ha sido víctima de esa civilización del espectáculo que Vargas Llosa disecciona en su nuevo libro. En el imperio de la banalización, el populacho demanda entretenimiento y ahí están los medios de comunicación, esclavos de la cuenta de resultados, para ofrecérselo. Carnaza para alimentar audiencias y oportunidad para ventajistas sin votos. Porque es más divertido la cháchara sobre un Rey cazando elefantes en tiempos de crisis que informar de su trabajo callado cuando se trata de conseguir que empresas españolas logren el mayor contrato de la historia para la construcción del AVE a La Meca; o de su viaje a Kuwait para sortear, gracias a su amistad con las monarquías del Golfo, el embargo petrolero al que nos someterá Irán, socio en aquella Alianza de Civilizaciones por la que nadie pedirá perdón. No lo esperen nunca de quienes nos han conducido a esta dramática situación de quiebra económica y fractura nacional.
   La monarquía parlamentaria es un símbolo de unidad nacional y continuidad histórica, se justifica por su utilidad y está obligada a la ejemplaridad. El Rey ha zanjado el espectáculo en torno a una cacería en la que el elefante no era la presa mayor con un gesto de humildad que le reconcilia con los españoles y descubre las vergüenzas de tanta mediocridad. No era el rey quien marchaba desnudo.

viernes, 13 de abril de 2012

La que podamos pagar

   Como los partidos se nutren de golosas subvenciones públicas, y no de las cuotas de sus militantes, las sucesivas derrotas electorales han dejado al PSOE sin fondos para mantener su aparato. Obligada al ajuste, Elena Valenciano dice: “Tendremos la plantilla que podamos pagar”. De sentido común. De donde no hay, no se puede sacar. En el PSOE como en cualquier empresa o familia. Y no hay líneas rojas que valgan. ¿Por qué entonces esa demagogia socialista cuando lo que está en juego es España misma? Ofrece consenso, pero rechaza la ley que ataja la raíz de nuestros males: gastar lo que no se tiene. Ya se nos puede llenar la boca con el sacrosanto derecho a la sanidad y la educación. Son como el del trabajo, también consagrado en la Constitución. La realidad: más de cinco millones de parados. Así que, en vez de pie en pared, como escucho en la izquierda anacrónica, pongamos los pies en la tierra de una vez, abandonemos partidismos estériles y dejemos de alimentar un debate virtual que no conduce más que al enfrentamiento, la inacción y la ruina asegurada.
   Nadie está recortando el derecho a la sanidad por excluir de la cobertura pública la prestación que ahora permite corregir unas orejas de soplillo. O por hacer lo mismo con las vasectomías. Tampoco lo sería por dejar de financiar los abortos a que se someten personas adultas, y por tanto responsables, que no pusieron los medios para evitar un posible embarazo no deseado. Mucho menos cuando sí se han recortado las partidas de asociaciones que ayudan a madres con dificultades ante un embarazo inesperado.
   Como el PSOE con su plantilla, los españoles tendremos la sanidad y la educación que podamos pagar. Y quien juegue al populismo de ofrecer lo inviable sólo nos estará empujando al suicidio colectivo.

LA RAZÓN, 13/04/2012

jueves, 12 de abril de 2012

El alimento de la caridad



"Me encontré con un viejo conocido de la profesión que salía de un comedor social en la zona de Martínez Campos, en el centro de Madrid. Me impresionó mucho su historia. Pensé que cualquier de nosotros podría estar en su lugar. Y ese 'cualquiera' incluía a mi hija, que cuando grabamos tenía cuatro años, Me afectó mucho como padre. Fue una sensación tan íntima que no podía hacerlo con nadie más".

Alejandro Toledo
Publicista que ha realizado el nuevo anuncio de Cáritas

viernes, 6 de abril de 2012

Vivir de prestado

   España gastará en los intereses de la deuda 28.848 millones, más que los 27.300 que logrará con los recortes. Nos apretamos el cinturón como nunca para pagar apenas los intereses de lo que nos han prestado, cantidad que los socialistas duplicaron en cuatro años con su fallido estímulo de la economía mediante el gasto público. Esta es la magnitud de nuestro problema. El que trae de cabeza al Gobierno y del que toda persona responsable debe ser consciente: el riesgo de insolvencia. Puesto que no estamos dispuestos a dejar de vivir de prestado (España seguirá gastando este año 60.000 millones más de los que ingrese), al menos debemos convencer a quienes nos prestan de que seremos capaces de pagar lo que nos dejan. No es fácil. El Estado, todos, va a seguir gastando 15.000 millones más que en 2007, cuando la crisis aún no había comenzado y creíamos disfrutar del paraíso eterno.
   El Gobierno está determinado a atajar el déficit. Por convencimiento y consciente de que no tendrá segundas oportunidades. Pero se ha impuesto demasiadas líneas rojas en los recortes y está rectificándose con más frecuencia de la deseada para combatir esa idea instalada de que la palabra de los políticos no vale nada. Más pronto que tarde será ineludible recortar prestaciones de un Estado del Bienestar que hoy no podemos pagar. Y no parece sensato malgastar por un plato de lentejas la credibilidad que Rajoy va a necesitar estos años. Pretender aflorar 2.500 millones perdonando a los defraudadores a la vez que se castiga con más impuestos a los de siempre no es pragmatismo. Es un error inmenso. Moral y contable. Los depósitos bancarios suman 52.000 millones menos que hace un año. ¿Estarán huyendo los ahorradores de España?

LA RAZÓN, 06/04/2012