miércoles, 3 de septiembre de 2014

El dilema de Pedro Sánchez

   Ya puede hacer los equilibrios retóricos que se le ocurran, como el de situar al PP y Podemos en dos extremos opuestos entre los que se hallaría el PSOE. Ese centro idealizado desde el que, dicen, se ganan elecciones. Da igual. Pedro Sánchez es víctima de la derrota de la socialdemocracia. En España y en Europa. Mientras el Viejo Continente tuvo la receta del crecimiento económico, nunca hubo problema. La socialdemocracia se convirtió en el modelo. Sus políticas de socialismo light se asimilaron con el bienestar colectivo y crearon un consenso que preñó a todos los partidos con vocación de gobierno, incluidos los de derechas o conservadores. 
   La socialdemocracia se desangra ahora sin alternativa al dilema que plantea una crisis devastadora: cómo volver a generar la riqueza que permita financiar el bienestar del que nos sentimos con todo el derecho de disfrutar. Porque el remedio de seguir gastando lo que no se tiene ha dejado de ser sostenible en el tiempo. Así que los partidos especializados en redistribuir la renta sufren como pez fuera del agua cuando lo que toca repartir no son más que malas noticias en forma de ajustes antipáticos y reformas incómodas. Obligados entonces a ceder la batalla ideológica en favor de la austeridad liberal o a abrazar la demagogia populista que promete la luna sin posibilidad real de alcanzarla nunca. No hay más salidas, por mucho que se sonría en público. 
   A los socialdemócratas no les produce urticaria gobernar con la frugal hija del pastor luterano en Alemania. Un grupo de valientes encabezados por Valls pelean por liderar en Francia una izquierda que abandone muchas de sus certezas para sobrevivir. ¿Qué hará Pedro Sánchez?

jueves, 10 de julio de 2014

Así se compra el voto en Andalucía

               

   Lo describe con precisión quirúrgica la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la policía. Tras rastrear el reparto de 360 millones en ayudas a la formación en Andalucía, concluye en un informe que la desviación sistemática de fondos públicos hacia empresas “cazasubvenciones” vinculadas al poder que las concede sin control previo es “un modo de clientelismo, de obtener el beneplácito, los votos, de un número muy extenso de la población andaluza con un costo realmente reducido”, ya que los fondos defraudados proceden de Europa. 
   El fraude perpetrado no solo es el mayor de la historia de España por su cuantía, que lo es, y más si al de los cursos de formación sumamos el de los ERE falsos: más de 1.000 millones entre ambos; lo es, sobre todo, por la inmoralidad de su trasfondo. El negocio particular que ha permitido el enriquecimiento ilícito de muchos, y el negocio político que, según la policía, ha facilitado la compra del voto al gobierno de turno, tiene como “mercado” el más floreciente de Andalucía: el desempleo, siempre en auge. El drama que atrapa a un tercio de los andaluces ha permitido el engolfamiento de quienes debían contribuir a su protección. Pero ocurrió lo contrario. Sindicatos, amigos del partido, aseguradoras, empresas fantasma, familiares y cargos públicos se lanzaron sobre el presupuesto para tejer una red de intereses compartidos que aseguraba la paz social de un régimen bajo la falsedad de un asistencialismo transformado en lucro privado y dividendo político. La policía ha dado con el prototipo: el ex consejero de Hacienda, Ángel Ojeda. Creó decenas de empresas para llevarse las ayudas que repartía su cuñada como responsable del Servicio Andaluz de Empleo.

jueves, 3 de julio de 2014

Jóvenes... ¿y?

   Churchill derrotó al nazismo con 71 años. La guerra le exigió un esfuerzo físico colosal. Nunca perdonó la siesta: la dormía junto a un mapa de la situación militar y una botella de champán. A los 77 volvió a ser elegido primer ministro. Es héroe de la libertad del siglo XX. Lincoln refundó la república norteamericana redimiéndola del pecado original de la esclavitud con 61 años. Su asesinato le privó del segundo mandato. Está en el corazón de todos. Es verdad, también, que Alejandro Magno puso el mundo a sus pies con apenas 20 años y murió con las botas puestas a los 33. Con 34 aspira Madina a liderar el PSOE, si bien la esperanza de vida se ha duplicado desde entonces. 
   En un partido desnortado, la juventud ha devenido en proyecto político. Como si la bisoñez avalara pureza frente al lastre de todo un pasado de promesas incumplidas. Madina pertenece a esas generaciones formadas en la falsificación histórica que convierte a la izquierda en la benefactora que todo nos concede y de la que es único garante. Hay que ampliar el Estado del Bienestar, dice, “la gran bandera del socialismo contra la injusticia”. Quizá desconozca que las primeras políticas sociales las implantó Bismarck, que de socialista no tenía un pelo. Pero, al menos porque él mismo votó sin rechistar, Madina no debería pretender que olvidemos tan pronto que fueron socialistas quienes, por ejemplo, recortaron a 33 días la indemnización por despido (con Franco llegó a ser de 60 días). Le da igual. Madina comparte cantinela con sus rivales. Los derechos los consagra el PSOE; la derecha los cercena. No les pregunten la fórmula para financiarlos. Ningún socialista tiene hoy respuesta para el gran reto de nuestro tiempo: cómo generar la riqueza que permita conservar el bienestar que se nos escapa.

miércoles, 25 de junio de 2014

No es partido para viejos

   La soliviantada alma republicana del PSOE tragó quina con el impecable discurso de Rubalcaba en defensa de la monarquía parlamentaria como garantía de todas las aspiraciones políticas. Así que no más. Asumida a regañadientes la normalidad de la abdicación, que ya no cuenten con ella para el aforamiento de don Juan Carlos. La militancia socialista ha desbordado el sentido común, huye de la moderación y está en carrera por la calle de la izquierda para ver cómo evita que “Podemos” les vacíe las urnas de votos. El PSOE ya no es partido para viejos. Felipe González lamenta que la formación del verdadero Pablo Iglesias haya perdido de vista un razonamiento histórico: desde que fuera fundada hace 130 años en la madrileña Casa Labra, es la primera vez que un Rey ha sido neutral, respetuoso con la democracia y su mayor defensor. A los jóvenes candidatos que aspiran a dirigir el partido les bastaría conocer la turbulenta historia de España los dos últimos siglos para valorar lo que ha supuesto la monarquía parlamentaria para la convivencia en paz, progreso y libertad. Con un Rey constitucional la izquierda ha gobernado España más años que la derecha sin problema alguno, imponiendo incluso sus criterios morales. Pero los cachorros socialistas están infestados de adanismo, esa limitación adolescente que te lleva a creer que el mundo comienza con uno mismo. “Los socialistas deberíamos tener menos dudas que nunca”, advierte Felipe González. Y sus palabras se las lleva el viento. Arrebatado de urgencias, el PSOE que se está gestando llega huérfano de perspectiva. Sólo tiene oídos para la flauta del Hamelín de la nueva izquierda. Les suena original. Aunque la melodía sea tan antigua como su coleta.

LA RAZÓN, 25/06/2014

jueves, 12 de junio de 2014

Un ancla para el PSOE

   Son tiempos de zozobra para la izquierda democrática. La corrupción de ideales que consideraba puros derribó el Muro de Berlín y esta crisis colosal que nos castiga desde hace años ha dejado a la socialdemocracia huérfana de respuestas viables. En el desconcierto, y chapoteando en busca de una identidad perdida, hay fuerzas dentro del PSOE que bracean para llevar el partido hacia esa izquierda antigua que crece en la tierra fértil del descontento mediante el abono demagógico del discurso fácil. 
  La monarquía parlamentaria que devolvió la libertad a los españoles no hubiera sido posible sin el compromiso de los socialistas y comunistas de entonces, republicanos todos ellos. Izquierda Unida ya no está con el orden constitucional: acampa extramuros para su asedio. A Cayo Lara le falta grandeza y le sobra exabrupto para que podamos reconocer en los comunistas de hoy la herencia de Carrillo. El PSOE duda. Está agitado e inquieto. Pierde votos a chorros y se siente tentado de cortar la hemorragia con apósitos viejos aplicados sobre cuerpos jóvenes. La abdicación del Rey ha sido levantada como banderín de enganche por quienes creen que precipitando el partido hacia debates superados podrán ganar el futuro. De ahí la dimensión del discurso de Rubalcaba ayer. Tan republicano como Madina, y pese a su liderazgo ya crepuscular, rindió un último servicio al PSOE anclándole al pacto constitucional que ha garantizado durante 35 años monarquía y democracia, gobiernos de derecha y de izquierda. Convivencia en libertad, en definitiva. La que está en peligro si el gran partido de la izquierda democrática española yerra en el análisis de los males que le aquejan y se deja seducir por aventurismos sin rumbo.

jueves, 5 de junio de 2014

Un debate tramposo

   Cayo Lara no tiene la coleta del telepredicador del nuevo paraíso comunista, pero con su camiseta multicolor (según la “marea” que toque promocionar cada día), compite con Pablo Iglesias en despachar barbaridades liberticidas al amparo de la monarquía parlamentaria que protege su derecho a no ser tratado como cualquier venezolano crítico con la república bolivariana. Ni Lara ni Iglesias podrían ponerse tan estupendos en la agitación subversiva en sus repúblicas idealizadas. Aquí podemos, vaya si podemos, pero en Venezuela, en Cuba o en Corea del Norte, los ciudadanos reducidos a súbditos no pueden: simplemente aguantan, soportan y tragan. Su disidencia tiene un precio: la cárcel, cuando no la muerte. Tampoco hay lugar para la protesta en monarquías como las del Golfo, sátrapas bañados en petróleo que compran el silencio de las democracias occidentales con sus atractivas oportunidades de negocio. Hay monarquías despóticas, cuasi-medievales, y repúblicas irrevocablemente democráticas, como la norteamericana, tan despreciada por los activistas del republicanismo español como un sucedáneo del fascismo cuando son los republicanos estadounidenses quienes gobiernan. Así que los Lara y los Iglesias de turno sólo son republicanos en la medida que se lo permite su sectarismo ideológico, pero pretenden empujarnos a todos a un debate tramposo. ¿Monarquía o república? Pues según lo que envuelvan cada una. De los diez países más desarrollados del planeta, seis son monarquías parlamentarias. Como Lara e Iglesias formarían parte de la casta autoritaria en las repúblicas de Cuba y Venezuela, entiendo que las prefieran a Inglaterra, Holanda, Suecia o España, modélicas democracias coronadas donde nadie ni nada está por encima de la voluntad popular. Solo es necesario conformar la mayoría. El detalle que nuestros republicanos quieren ahorrarse. De ahí sus algaradas.

LA RAZÓN, 5/06/2014

viernes, 30 de mayo de 2014

La tentación

   El populismo es el atajo político de los dirigentes débiles cuando los tiempos se complican. Prende fácil en una opinión pública que detesta las malas noticias, se extiende con su promesa de beneficios inmediatos y sus efectos terminan siendo devastadores. El PSOE está siendo reducido a cenizas por el incendio que él mismo provocó. Engañó con unas políticas suicidas (“Sabíamos que dañaríamos a España y a los españoles”, reconoce Solbes en su libro sobre los años del zapaterismo), las enmendó con la boca pequeña cuando Obama y Merkel dejaron de reírle las gracias a ZP, y ahora no quedan votantes que crean a los socialistas cuando proclaman que para salir de la crisis hay que hacer lo que ellos dicen, que es lo contrario de lo que hicieron, y de lo que hacen otros socialistas en Europa. 
   Recolecta lo sembrado. Al PSOE le faltó patriotismo y le sobró demagogia para contener la radicalización de un electorado que ahora se le escapa para encontrar acomodo entre los cantos de sirena de quienes se ofrecen como la izquierda inmaculada: el chavismo liberticida de Pablo Iglesias. Rubalcaba tira la toalla. Se antoja el desistimiento de ese socialismo valiente que en su día transitó del marxismo a la socialdemocracia convencido de que solo ganando el centro alcanzaría la mayoría. El problema del PSOE se ha convertido en un problema de España: la izquierda que se necesita para gobernar no es la de esa militancia que empuja al PSOE a precipitarse al pozo del pasado para abdicar del sentido común. Peligrosa tentación la del partido que fundó Pablo Iglesias si cree que su futuro pasa por competir con el nuevo Pablo Iglesias. Tan antiguos ambos.