jueves, 27 de marzo de 2014

Golpismo autorizado

   ¿Por qué de un tiempo a esta parte sólo las manifestaciones de la izquierda política y social acaban en disturbios cada vez más violentos? Durante los gobiernos socialistas también se protestó en la calle contra la política de Zapatero con ETA, o en defensa de las víctimas del terrorismo, de la familia y de la vida desde su concepción. Ninguna tuvo que lamentar nunca altercados no deseados. No. No son “los de siempre” los que terminan convirtiendo la calle en un experimento de guerrilla revolucionaria. Como si “los de siempre” fueran grupos anónimos e incontrolados necesariamente ajenos a la organización de la protesta. Es el mismo espíritu de la protesta el que en ocasiones convierte el legítimo derecho de manifestación en plataforma “legalizada” para fines golpistas. Lo vimos el sábado en Madrid. Sólo había que escuchar a sus portavoces. Bajo el beatífico reclamo de la dignidad, venían a conquistar en la calle el poder negado en las urnas. Lo proclamaban sin tapujos, con el descaro que caracteriza a los de fe totalitaria. Y lo hacían jaleados por esos altavoces mediáticos que comparten responsabilidad en lo que era una auténtica insurrección contra el orden democrático libremente establecido. Con todo, las marchas se autorizaron. 
   El fallecimiento de Suárez ha permitido a España mecerse durante tres días en la nostalgia del espíritu de concordia. Qué lejos está la izquierda de Cayo Lara, Willy Toledo y el asaltacaminos de Marinaleda de aquella que, con coraje y serenidad, escribió junto a Suárez y el Rey la página más brillante de nuestra historia reciente. La izquierda de hoy deshace el camino andado y vuelve a creer que en democracia hay atajos hacia el poder sin el peaje de las urnas.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Tres días de primavera

  "Cuando la leyenda se convierte en realidad, imprime la leyenda"
El hombre que mató a Liberty Valance
John Ford, 1962

 España ha recibido la primavera abrazada a un recuerdo que reverbera lo mejor de nosotros: aquella hazaña protagonizada cuando el miedo a repetir los errores a los que nos había empujado el sectarismo sacó lo mejor de cada uno. España llora al presidente que acabó abandonado por todos, traicionado por los suyos y despellejado por un socialismo depredador al que impacientaba su acceso al poder, pero su muerte en estos momentos de desprestigio de la política ha permitido que su figura de claroscuros emerja como la un héroe. Una sociedad defraudada con su clase dirigente le ha rescatado como referente moral en un páramo sin líderes en el sentido churchilliano del término. Suárez convertido en mito compartido de una época que evoca la unidad nacional y el patriotismo elevado sobre el partidismo excluyente. Es la misma sociedad que nunca le otorgó la mayoría absoluta y le negó los votos cuando más los necesitaba quien proclama a Suárez “santo súbito” de una democracia idealizada que quizá nunca existió, pero que necesita imaginar como vía liberadora del desencanto que nos atrapa. Así son las cosas. Dijo Suárez que el destino no está escrito porque sólo el pueblo puede escribirlo. Ha sido ahora cuando el pueblo ha decidido hacerlo para eternizarle como símbolo de un ideal común. 
   La despedida que España entera, la que viaja en coche oficial y la que pisa la calle, ha tributado a Suárez es una noticia feliz en esta nación a la que le cuesta reconocerse en su identidad colectiva, tan acomplejada en la celebración de sus fechas fundadoras como cicatera en el homenaje a sus prohombres. 
   Ay si el adiós de Suárez no fuera solo el remanso de tres días de primavera…

lunes, 24 de marzo de 2014

Muere un héroe de España


"En España, las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y nunca pasan por el cerebro"

ADOLFO SUÁREZ, 1932-2014

jueves, 20 de marzo de 2014

Demagogia sin fronteras

   Hasta marzo de 2013, apenas 68 inmigrantes habían saltado la valla en Melilla. Más de 1.000 lo han hecho en el mismo período de 2014. Es el resultado de la demagogia vomitada desde que 15 personas fallecieran en una tragedia que sirvió para criminalizar a la Guardia Civil y a un Gobierno desalmado que disfrutaría disparando subsaharianos, como un negrero en los campos de algodón. ¿Eran los primeros ilegales que morían tratando alcanzar España? No. Por desgracia. Más de 1.000 lo han hecho los últimos años. Unos perdieron la vida en el mar. Otros en tierra, donde ya se utilizaba material antidisturbios para disuadirlos y donde una valla les separaba del paraíso. Con sus cuchillas asesinas también, instaladas por un gobierno socialista, sin que nadie se escandalizara entonces. Pero al grito de “las fronteras matan”, de éxito asegurado entre la progresía bienpensante, esa izquierda golpista incapacitada para la oposición democrática, ha logrado el propósito de activar complejos y debilitar nuestras defensas. Las mafias lo saben. España sufre la ausencia de un acuerdo nacional en un asunto de estado y aprovechan la oportunidad para acentuar la presión migratoria no con avalanchas de famélicos, precisamente.
    El problema está ahora planteado con toda su crudeza. ¿Cómo defendemos nuestra frontera? ¿Cómo la defiende Europa, pues suya es también? Porque habrá que defenderla, salvo que aceptemos llenar el Continente de inmigrantes ilegales, con todas las consecuencias que ello acarrea si analizamos la cuestión sin utopismos infantiles. Putin se ha anexionado Crimea porque sabía, entre otras cosas, que la Europa acomodada no movería un dedo para proteger las fronteras de Ucrania mientras renuncia a defender las propias con la determinación que exige el amenazado flanco sur.

LA RAZÓN, 20/03/2014

jueves, 13 de marzo de 2014

La ideóloga


  Pasito a pasito, ninguno en falso, la juez Alaya disecciona un régimen político levantado con la prebenda y el favoritismo. Cientos de millones defraudados durante años para alimentar a quienes fortalecían un poder incuestionado en una realidad insoportable en cualquier lugar distinto a esta Andalucía, convertida en la mayor fábrica de parados de Europa tras 30 años de monocultivo socialista. Tanta paz social, tanta ausencia de protesta, tanto conformismo sin rebeldía ante un horizonte sin futuro en el latifundio del PSOE tenía un precio. Y la Junta lo pagó. Al margen de la ley, afirma Alaya, y contra toda decencia: el dinero destinado a paliar el drama de los desempleados acabó en manos de amiguetes, aseguradoras sin escrúpulos y sindicatos depredadores de quienes decían proteger. 
   El modelo de reparto fue diseñado por Magdalena Álvarez, consejera de Hacienda antes de que Zapatero la aupara a su escaparate de “ministras Vogue”. Explica Alaya por qué prevaricó y malversó: “El uso ilegal de fondos públicos se permitía a sabiendas de que en virtud de dicho procedimiento la concesión de subvenciones socio-laborales necesariamente se realizaría con absoluta discrecionalidad, y de forma totalmente opaca, incumpliendo los más elementales principios de actuación de la Administración”. 
   Por esto estamos ante el mayor caso de corrupción jamás destapado en España. No fueron cuatro golfos metiendo la mano en la caja. Fue un sistema creado por el poder, incrustado en la administración y gestionado de forma piramidal el que canalizó y fomentó el fraude: dinero a chorros que se distribuyó sin imparcialidad, sin transparencia, sin publicidad. Lo dice Alaya, una juez que solo habla en autos que descifran las entrañas del cortijo andaluz y nos permiten entender las razones de su inmutabilidad.

LA RAZÓN, 13/03/2014

jueves, 6 de marzo de 2014

Cambió el viento

   Los socialistas no se reconocen nunca en la oposición. Encarnan las libertades. Cualquier gobierno que no sea suyo es una anomalía democrática que debe ser resuelta cuanto antes. Suárez fue derribado con una oposición descarnada, alejada de la decencia política. Un atentado con 200 muertos, del que la próxima semana se cumplen diez años, y tres días de agit-prop les devolvió el poder cuando España disfrutaba de la mayor prosperidad de su historia. Abrazaban la idea de que los efectos devastadores de esta crisis gigantesca se llevarían por delante a Rajoy, como volatilizaron a Zapatero. Bastaría con soliviantar a una opinión pública reacia a la austeridad con las adecuadas dosis de falsedad. No es la crisis ni la herencia, es lo que siempre quiso hacer la derecha: acabar con los derechos y las libertades. Así que, lastrado por la memoria de su gestión y sin recetas solventes, el PSOE convirtió el sufrimiento colectivo por los zarpazos de la depresión en un proyecto político, con la calle instrumentalizada como irrefutable prueba de cargo contra la derecha desalmada. Lo habitual. 
   Hace un año España superaba la histórica cifra de cinco millones de parados y Rajoy pugnaba para zafarse de la temida intervención. Hoy España crea empleo por primera vez en seis años, se esfumó el fantasma de la intervención y Bruselas nos sacó ayer de esa UVI en la que deja a Italia como el enfermo más preocupante de Europa. Está por ver si la recuperación que viene habrá aliviado el padecimiento de los más perjudicados cuando el Gobierno deba rendir cuentas. De momento, ha logrado virar la nave para que el viento sople a favor. Ahora es la demagogia quien bracea contracorriente.

LA RAZÓN, 6/03/2014