viernes, 31 de mayo de 2013

Garzón en negro

   Como el PSOE ha muerto, aunque los socialistas aún no lo sepan, anda la izquierda buscando su redención entre la algarada del descontento y el populismo suicida. La defensa del edificio constitucional, de la Corona como piedra angular y de la representación política como médula de la convivencia democrática es cosa de viejos. De Alfonso Guerra, por ejemplo, que a sus 73 años habla de las cosas importantes con un sentido de la responsabilidad que termina ahogado en esta época de ruido y furia. Nadie como la propia izquierda ha contribuido al destrozo de la política desde la política con ese querer estar dentro y fuera a la vez: en el hemiciclo por la mañana, en la protesta anti-sistema al caer la tarde. Arruinado el prestigio de la política, la izquierda busca rostros lejos de ella, cuando no en la misma anti-política de la que brotan las Ada Colau y compañía. A los cargos públicos deberían volver los mejores. Son tiempos de reto colectivo. De servicio común y patriotismo. No otra cosa es la política. Pero resulta que quien regresa es Garzón. Él, que siempre estuvo en política. Con toga o sin ella. Él, que saltaba de la sala de la justicia ciega al mitin partidista y de la arenga militante al veredicto imparcial en desvergonzado ejercicio de travestismo impropio de una democracia sana. Alfonso Guerra ha vuelto a dejar en cueros su integridad: Garzón quiso cobrar en negro del PSOE, algo que consiguió tras llamar a otra puerta. ¿La de los fondos reservados, como afirma Rafael Vera? El delito, aunque prescrito, sería mayúsculo: un gobierno socialista habría utilizado los fondos reservados del Estado para mantener al candidato que había fichado como símbolo de tolerancia cero contra la corrupción. Menudo ojo el del frentepopulismo en ciernes para reclutar a los suyos…

LA RAZÓN, 30/05/2013

viernes, 24 de mayo de 2013

Voz de alerta

   Los españoles no conceden mayorías absolutas fácilmente. Suárez y Zapatero nunca la obtuvieron. La alcanzó aquél González joven y seductor que ofreció un socialismo renovado a una España preparada para el cambio. Tuvo que ganársela Aznar con cuatro años de gestión de indudable éxito económico. En mayor medida que a Aznar se le entregó a Rajoy como capital suficiente para afrontar una herencia descomunal: una nación quebrada. En año y medio, ese crédito electoral se volatiliza de forma preocupante. La gestión en tiempos de crisis no es popular. Exige medidas dolorosas que luego repercuten en las encuestas. Rajoy acertó en el diagnóstico: sin equilibrio en las cuentas públicas no habrá estado del bienestar que conservar; no se puede gastar lo que no se tiene. Y el Gobierno se entregó a un pragmatismo responsable que ha estabilizado a un enfermo en situación crítica. La determinación para que ni la promesa de contención fiscal fuera obstáculo al objetivo fundamental no se ha aplicado a la hora de ejecutar recortes de gasto político ejemplarizantes. Aquellos que sin excesivo coste de empleo, al menos llevan al ánimo de la sociedad que estamos ante un esfuerzo compartido. Si además de infringir el principio de la austeridad fiscal que corre por las venas del PP, el Gobierno desconcierta a sus votantes con soluciones a la carta para intentar desactivar los desafíos a la idea de la España unida de ciudadanos libres e iguales que vertebra al centro-derecha, las alertas se disparan. Es la voz que dio Aznar con su entrevista en Antena 3. Un aldabonazo contra la pérdida de identidad. Meciéndose en “la lánguida resignación” de que nunca hay alternativa posible, ni siquiera en el programa con el que ganó las elecciones, el PP corre un riesgo cierto: seguir el camino del PSOE y convertirse en un partido abandonado incluso por su electorado natural.

LA RAZÓN, 24/05/2013

viernes, 17 de mayo de 2013

Mensajes opuestos

  

   Lo peor es la incoherencia. A la vez que el Gobierno promueve una reforma educativa para abandonar la cultura del acomodo, que busca recuperar en las aulas los valores del mérito y el esfuerzo, la recompensa del trabajo bien hecho y el respeto a la autoridad, este bienvenido catálogo de sentido común se vuelve papel mojado cuando el mismo Gobierno se ve en la obligación de aplicarlo en el reino de taifas insubordinadas en que ha desembocado el estado de las autonomías. En busca de argumentos para justificar el trato desigual, Hacienda apela a “tener en cuenta las diferencias de quien es diferente”. La frase podría haberla pronunciado el mismísimo Artur Mas. Pero aquí la única diferencia que ha existido es que unos gobiernos regionales se han aplicado en el objetivo nacional de reducir el déficit y otros no. Unos se han jugado el tipo ante su electorado imponiendo sacrificios inevitables y otros no. Lo demás son zarandajas. Rajoy reclama ahora a quienes se esforzaron y cumplieron “altura de miras” con quienes hicieron lo contrario. Mensaje opuesto al que pretende reinstaurar en las escuelas: no habrá premio sin trabajo. Está el presidente ante difícil encrucijada. No puede dejar caer a Cataluña porque Cataluña es España y su insolvencia repercutiría en la credibilidad exterior de España entera. Pero a los ojos de todos está que no nos encontramos ante el hijo pródigo que regresa arrepentido a la casa del padre misericordioso, después de años de libertinaje y derroche. Estamos ante el chantaje descarnado de quienes sólo pretenden canjear su tempo reivindicativo por un dinero de todos que les permita seguir con su delirio independentista sin el incordio de esa austeridad que les lleva a cerrar quirófanos en vez de embajadas.

LA RAZÓN, 17/05/2013

viernes, 10 de mayo de 2013

Problema de España

   No está el socialismo ante un colapso de liderazgo. Se desangra por ausencia de identidad. El problema del PSOE se llama España. Y es así como el PSOE se ha convertido en un problema para España. Porque traslada su confusión a todos los españoles con propuestas ambiguas que le ayudan a sobrellevar la división, pero erosionan gravemente el régimen constitucional. El temor a ser tildados de “españolismo” que rebela la bronca entre Chacón y Navarro lo dice todo. El único partido que luce la E en sus siglas siempre ha gestionado la cuestión nacional en función de intereses electorales. Felipe González, en 1978: “Es evidente que existe la nación española. Nadie con una mínima sensatez lo pone en duda”. El joven líder socialista descafeinó el obrerismo, se sumó a la ola reformista de la Transición y se ofreció como un proyecto de regeneración nacional: catorce años en el poder. Un Zapatero convertido en presidente por accidente se blindó con nacionalistas e independentistas. La nación pasó a ser un “concepto discutido y discutible” y España una “nación de naciones”. Los socialistas aplaudían la nueva España plurinacional. El mismo González, ya en 2010: “Cataluña es hoy uno de los sujetos políticos no estatales, llamados naciones sin Estado”. Con el desafío separatista planteado ya en Cataluña y el País Vasco, la huida llega a su fin y deja al PSOE ante un dilema: más España le rompe; menos España, posiblemente también. Lejos de formar parte de la solución, este PSOE se ha convertido en parte del problema. Otra vez en momentos difíciles. Cómo no recordar a Salvador de Madariaga y las consecuencias que para todos tiene siempre la división del PSOE: “La circunstancia que hizo inevitable la guerra civil en España fue la guerra civil dentro del partido socialista”.

LA RAZÓN, 10/05/2013

jueves, 9 de mayo de 2013

Salvavidas para un náufrago


 
El pacto. Salvavidas al que trata de asirse un Rubalcaba que se ahoga en el océano agitado de una opinión pública que abandonó al Partido Socialista como alternativa de gobierno. Hace solo tres meses Rubalcaba exigía la dimisión de Rajoy; ayer le suplicaba un pacto que le permita mantenerse a flote. Porque escasean ya las fuerzas para seguir braceando hacia ninguna parte en el mar abierto de la coherencia que impide a Rubalcaba presentarse como parte de la solución cuando forma parte del problema que España trata ahora de superar. “Ni la de Zapatero ni la de Rajoy, yo le propongo la política de Rubalcaba”, espetó al presidente. Humilde manera de demostrar la voluntad de alcanzar acuerdos la de este náufrago que confunde su emergencia con la de un país al que no salvarán políticas del pasado. Si el PSOE quiere ayudar al Gobierno, estupendo. Ocasiones y motivos no faltan para ejercer su patriotismo. Pero que deje de utilizar el señuelo del pacto nacional para forzar al PP a que renuncie a su proyecto de gobierno cimentado en una sólida mayoría parlamentaria.

LA RAZÓN, 9/05/2013

sábado, 4 de mayo de 2013

Hay alternativa

   Sufre la sociedad española convertida en rehén de dos falacias alentadas por el paternalismo público al que se acomodó como dependiente agradecido en época de bonanza y que ahora le pasa factura. Falacia 1, defendida por la izquierda socialdemócrata y comunista: hay que utilizar el presupuesto para activar políticas de crecimiento. Traducción: solo gastando más saldremos de ésta. Falacia 2, clavo ardiendo al que se agarran desesperadamente los socialdemócratas sobrevenidos después de ganar las elecciones prometiendo hacer lo contrario que los socialdemócratas de toda la vida: estamos saliendo de la crisis porque ya nos financiamos más cómodamente. Traducción: podemos seguir endeudándonos sin problema. España cerrará este año con una deuda equivalente al del 90 por ciento del PIB. Será del 100 por ciento en 2014. Cualquier padre de familia prudente sabe adónde conduce el espejismo de vivir a crédito. ¿Entonces? Otras políticas son posibles. Pasan por una confianza decidida en la capacidad de la sociedad, entendida como la suma de voluntades y talentos individuales, para generar su propio bienestar en el ejercicio de su libre albedrío. Los gobiernos no crean trabajo, por mucho que se lo exijamos. Bastante harían no entorpeciéndolo con sus impuestos depredadores, las trabas burocráticas y tanta regulación desalentadora. La pasada semana estuvieron en Mérida varios expertos explicando las razones del éxito de Israel. Un país diminuto, en territorio hostil, sin recursos naturales. Ahora tiene más empresas en el Nasdaq que ningún otro, gracias al empuje emprendedor de los jóvenes en conocimiento e innovación. El encuentro dejó un mensaje a los responsables políticos: la subvención no puede ser la base de la economía. Y otro a la sociedad española que condena los minijobs, pero sacraliza los subsidios: no hay nada que diluya más el instinto y la ambición que la sensación de tener un derecho adquirido.
 
LA RAZÓN, 4/05/2013