miércoles, 3 de septiembre de 2014

El dilema de Pedro Sánchez

   Ya puede hacer los equilibrios retóricos que se le ocurran, como el de situar al PP y Podemos en dos extremos opuestos entre los que se hallaría el PSOE. Ese centro idealizado desde el que, dicen, se ganan elecciones. Da igual. Pedro Sánchez es víctima de la derrota de la socialdemocracia. En España y en Europa. Mientras el Viejo Continente tuvo la receta del crecimiento económico, nunca hubo problema. La socialdemocracia se convirtió en el modelo. Sus políticas de socialismo light se asimilaron con el bienestar colectivo y crearon un consenso que preñó a todos los partidos con vocación de gobierno, incluidos los de derechas o conservadores. 
   La socialdemocracia se desangra ahora sin alternativa al dilema que plantea una crisis devastadora: cómo volver a generar la riqueza que permita financiar el bienestar del que nos sentimos con todo el derecho de disfrutar. Porque el remedio de seguir gastando lo que no se tiene ha dejado de ser sostenible en el tiempo. Así que los partidos especializados en redistribuir la renta sufren como pez fuera del agua cuando lo que toca repartir no son más que malas noticias en forma de ajustes antipáticos y reformas incómodas. Obligados entonces a ceder la batalla ideológica en favor de la austeridad liberal o a abrazar la demagogia populista que promete la luna sin posibilidad real de alcanzarla nunca. No hay más salidas, por mucho que se sonría en público. 
   A los socialdemócratas no les produce urticaria gobernar con la frugal hija del pastor luterano en Alemania. Un grupo de valientes encabezados por Valls pelean por liderar en Francia una izquierda que abandone muchas de sus certezas para sobrevivir. ¿Qué hará Pedro Sánchez?