viernes, 25 de mayo de 2012

Pancartas embusteras

   Esta cultura del tuit no deja espacio para el argumento. Y la demanda de espectáculo empuja a los medios de comunicación a atrapar la realidad compleja en un titular. Terreno sembrado para la propaganda: no hay razonamiento que quepa en una pancarta. “La educación no es gasto, es inversión” leí en la que encabezaba la manifestación contra la racionalización del gasto educativo. A ver cómo les explicas en un tuit que la inversión es también gasto y que todo gasto o inversión necesita de financiación. La realidad es que el gasto (inversión, si prefieren) en educación se ha multiplicado por dos en diez años (de 29.000 a 54.000 millones) y el fracaso escolar no sólo no se ha reducido, sino que duplica al de la media europea. Ejemplo de que la inversión (o el gasto, si prefieren) no siempre conlleva buenos resultados, ni siquiera en educación. Como falso es el nuevo mantra socialdemócrata que ofrece crecimiento frente a la austeridad bajo el señuelo de las llamadas políticas de estímulo. Esto es, seguir gastando lo que no tenemos, razón de que ya nadie nos quiera prestar. Contra las trampas sentimentales y las ilusiones ficticias, nada mejor que un baño de realidad. Cándido Méndez va a despedir a 36 empleados de UGT porque “no queda más remedio”, dice. ¿Y por qué, en vez de comportarse como uno de esos empresarios desalmados a los que critica, no pide un crédito al banco y se sigue endeudando para mantener el empleo de sus compañeros? De donde no hay, no se puede sacar. Aunque duela. Así que a la cola del paro el mismo día que UGT vuelve a manifestarse contra la reforma laboral escondiendo su hipocresía tras pancartas embusteras.

LA RAZÓN, 25/05/2012

viernes, 18 de mayo de 2012

Se puede

   Explicó la certera Soraya a la Soraya equivocada: “Austeridad no es el antónimo de crecimiento, sino de despilfarro. Y el gasto no tiene por qué ser sinónimo de estímulo ni de crecimiento”. El consenso socialdemócrata ha impuesto el sofisma de que el gasto público obra milagros y mejora la economía. Y la educación. Y la sanidad. Y… Si fuera verdad, las comunidades autónomas con mayor déficit y endeudamiento se habrían presentado ayer al Consejo de Política Fiscal presumiendo de los mejores datos económicos. Fue todo lo contrario: Andalucía, Extremadura, Baleares, Castilla-La Mancha y la Comunidad Valenciana, gobernadas por socialistas y populares, lideran a la vez el paro y la mala costumbre de gastar más de lo que se ingresa. En cambio, Madrid llegó con la tasa de desempleo seis puntos por debajo de la media nacional y los niveles de deuda y déficit más reducidos, tras haber recortado voluntariamente 2.200 millones en los últimos cuatro años y sin subir impuestos para poder seguir gastando más. Menos deuda y menos déficit no multiplica el paro, ni cercena el crecimiento: Madrid suma dos años consecutivos de creación de riqueza y es la única comunidad que aún no ha entrado en recesión.
   La confianza en nuestra solvencia se deteriora día a día por el temor al descontrol de las comunidades autónomas, responsables del 40 por ciento del gasto público en España. Todas tienen muchas partidas presupuestarias por recortar o suprimir antes de poner en peligro servicios públicos esenciales. Algunas lo hacen a regañadientes porque la obligación de austeridad, ahora impuesta por ley, debilita su régimen clientelar o su proyecto independentista. Se entiende su victimismo.

LA RAZÓN, 18/05/2012

viernes, 11 de mayo de 2012

Desenmascarados

   Si algo irrita a la izquierda es que alguien se atreva a cuestionar el consenso social construido con los criterios de su supuesta superioridad moral. Y puede medirse cuándo una denuncia le hace verdaderamente daño por la irritada reacción que genera. Desata entonces sus pulsiones totalitarias, esas que laten escondidas bajo la piel de cordero mientras nadie ose desafiar su hegemonía cultural. Cuando su mentira queda al descubierto, no tiene otros argumentos para apuntalarla que el acoso violento y el libelo impune. De todo ha sido víctima LA RAZÓN por informar a sus lectores del perfil académico y político de los cabecillas de la revuelta estudiantil que se está gestando bajo el pretexto de los ajustes económicos. Exigir una nota del 5,5 para acceder a una beca universitaria no vulnera el derecho básico a la educación. Establecer un incremento de las tasas proporcional a los cursos que se vayan repitiendo no cercena ningún servicio público. Que se tengan que aprobar todas las asignaturas para obtener el título de la ESO es de sentido común. No peligran derechos: se atajan privilegios. Así que bendita sea la necesidad de ajustar los recursos públicos en esta época de escasez si sirve para sanear un campo que la izquierda considera coto privado. Hace treinta años el socialismo inoculó el veneno del igualitarismo en el sistema con el objetivo no ya de enseñar, sino de “diluir las diferencias en una ignorancia compartida” (Javier Orrico, “La enseñanza destruida”). Se extirpó cualquier brote de sentido de la responsabilidad entre los jóvenes para convertirlos en analfabetos funcionales de un rebaño infantilizado y acrítico, listo para engordar ese consenso buenista que la izquierda maneja con tanta habilidad.

LA RAZÓN, 11/09/2012

viernes, 4 de mayo de 2012

El mensaje

   Paradoja de esta crisis descomunal. Sólo saldremos de ella con más esfuerzo, trabajo duro y austeridad. Precisamente, aquellos valores que arrinconamos durante tantos años de prosperidad que creímos sin límite; los que dejamos de lado para disfrutar sin reparos de un bienestar que ahora se nos escapa como el agua de las manos. Y tarea colosal la del Gobierno: aplicar como remedio políticas de sacrificio a una sociedad afectada por lo que Wert ha denominado "el síndrome estatal asistencialista". Casi ocho de cada diez españoles están convencidos de que el Estado es responsable del bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos. Y lo creen tanto los votantes del PSOE como los del PP. Mal asunto. Ni en los paraísos de la socialdemocracia, como Suecia o Noruega, el porcentaje de confianza estatista alcanza estos niveles. Así es la España que hemos construido, donde todo nos es debido y nada obligado. Ya puede el Gobierno aplicar los ajustes precisos. Su mayoría política no le bastará si además no persuade a los españoles del beneficio futuro. La crisis nos empuja a una transformación cultural, nos resistamos o no. Volveremos a descubrir cosas que nunca debimos olvidar: nada es gratis y la austeridad es un valor aún en tiempos de bonanza porque el despilfarro siempre termina pagándose. A Rajoy no sólo le toca gestionar un problema económico. Debe liderar una sociedad obligada al cambio. Por eso se equivoca cuando acompaña cada reforma con un lamento ("No nos gusta hacerlo, pero no queda otro remedio"). El mensaje es justo el contrario. Más difícil y menos popular, por supuesto; pero el único que nos permitirá ser dueños de nuestro destino.

LA RAZÓN, 04/05/2012