jueves, 31 de enero de 2013

Montoro, así cualquiera

   Montoro saca pecho. Hacienda cumplió su objetivo de ingresos en 2012. Gracias a la subida generalizada de los impuestos, naturalmente. Y la prensa socialdemócrata lo celebra: “A eso se le llama gobernar”. De lo que se deduce que bajar los impuestos, sería no gobernar. O gobernar mal. Es la apoteosis del consenso que, a derecha e izquierda, domina la política española y que, invirtiendo la famosa frase de Reagan, postula siempre al Gobierno como parte de la solución, nunca del problema. Así que no nos dejan otra que felicitarnos de que España haya superado la insolvencia con la determinación recaudadora de un Gobierno que gobierna, en vez de haber atajado un exceso de gasto convertido en el cascabel que nadie se atreve a poner al gato del presupuesto público. Concedo que la urgencia no diera otra opción en una situación extrema, pero sólo la extendida ceguera socialdemócrata impide ver lo evidente: el cáncer de las cuentas públicas es el gasto desmesurado. Once mil millones de recaudación adicional tras el castigo que ha supuesto la subida de treinta impuestos no evitan que España vaya a endeudarse en 71.000 millones más este año, hasta alcanzar los 700.000. El 80 del PIB, que se dice pronto. Los cacareados once mil millones no son ni la mitad de lo que habrá que desembolsar en pensiones este año de más respecto a 2007. Ni siquiera representan una tercera parte de lo que habremos de pagar por los intereses de la deuda. Con los bolsillos esquilmados, la presión fiscal ya no da más de sí y sólo recuperar el crecimiento económico permitirá financiar tanto compromiso de gasto. ¿Cómo? Primero, no cediendo a la tentación que promete crecimiento gastando más. Abandonando después la arrogancia gubernamental que siempre desconfía de la capacidad de las personas para gestionar con acierto las rentas de su esfuerzo.

viernes, 25 de enero de 2013

Historias de corrupción

   Indro Montanelli, maestro de periodistas, buceó en el pasado para explicarnos mejor el presente. En su magistral “Historia de Roma”, narra cómo en su edad de oro “era tal la facilidad de multiplicar el capital cuando se tenía el suficiente para comprarse un cargo, que los banqueros se lo prestaban a quien no lo tenía al tipo de un cincuenta por ciento de interés”. Y, con su particular ironía, describe a una dirigencia corrupta. César, cuando le fue asignada España, sólo necesitó un año para devolver todas sus deudas; Cicerón se ganó el título de “hombre de bien” porque en su año de gobierno de Cilicia amasó sólo una décima parte que aquél y lo pregonó a todos como un ejemplo; a Craso se le permitió crear el primer cuerpo de bomberos, pero cuando se originaba un incendio, corría al lugar y, en vez de apagar las llamas, compraba el edificio que ardía al apurado propietario. Sólo cuando era suyo, ponía en acción las bombas de agua; de lo contrario, dejaba que ardiera. Escribe Montanelli: «Puesto que todo dependía del dinero, el dinero se había convertido en la única preocupación de todos». Ninguno de estos personajes, ninguna de sus prácticas, hubiera sido posible en la Roma estoica de la primera etapa republicana. La corrupción fue el preludio del fin de una civilización. Hoy es la ciénaga en la que se ahoga el régimen constitucional del 78. Sin ejemplaridad pública en el peor momento, cuando una sociedad exigida hasta el límite encuentra cada día motivos para sentirse robada delante de sus narices. Se equivocan los dos grandes partidos nacionales si piensan que aún hay refugio en el oportunista “y tú más”. Ninguna democracia sobrevive sin creer en la abnegación y la virtud de quienes la representan.

LA RAZÓN, 25/01/2013

jueves, 24 de enero de 2013

¡Así se defiende España en Cataluña!

Una mala idea


   Surgió como laboratorio para nutrir a la socialdemocracia española precisamente de aquello de lo que toda la izquierda anda huérfana desde que la caída del Muro de Berlín sepultara su utopía progresista. Ayer se hundió en el descrédito que atrapa siempre a quienes (obras son amores...) no acompañan sus ideas con el compromiso para conformar un comportamiento coherente. Y no será porque la Fundación Ideas y su brillante director, con capacidad para desdoblarse en fina articulista de a 3.000 euros la columna para engordar la nómina, no hayan estado certeros en el análisis de la corrupción. Carlos Mulas tiene razón cuando, en sus lecciones de rectitud a los demás en forma de libro, proponía "reducir los espacios de oportunidad que el marco institucional proporciona al surgimiento de prácticas corruptas”. Una fundación dependiente de un partido político y financiada con fondos públicos es un “espacio de oportunidad” espléndido para que algunos terminen llevándoselo a dos manos. Mulas lo sabía y se inventó a Amy Martin. Fue una mala idea.

LA RAZÓN, 24/01/2013

viernes, 18 de enero de 2013

Política y oblatos

   Antes de convertirse en uno de los Padres Fundadores de EE.UU., Franklin había comenzado a trabajar a los 12 años como aprendiz en la imprenta de su hermano, después de haber probado como albañil, carpintero y tornero. A los 15 fundó el primer periódico independiente de las colonias. Con 21 ya tenía su propia imprenta, con 26 fundó la primera biblioteca pública de Filadelfia y con 30, el primer cuerpo de bomberos. Luego fundaría la primera universidad de Pensilvania y después, el primer hospital. Tuvo tiempo también para estudiar los fenómenos eléctricos, enunciar el principio de la conservación de la electricidad y descubrir el pararrayos. Y a la par, participó desde la política en la construcción de la nueva nación norteamericana, junto a otros titanes como Jefferson, filósofo, arquitecto, horticultor, músico, inventor, paleontólogo y no sé cuántas cosas más. ¿Qué ofrece la política española hoy? Lo que Leguina llama oblatos: "Dícese de aquel individuo que no ha salido del convento y en él ha trabajado y de él ha vivido". El ex presidente madrileño se sirve de la metáfora para denunciar que la dirigencia socialista “no ha trabajado nunca”. Tal cual. Pero, aunque hay unos en peor estado que otros, no existe partido inmune a la enfermedad de la política como única profesión conocida, a la que cada vez llegan más sin haber hecho nada antes y con el currículum en blanco, salvo el medraje en el partido desde la adolescencia. Anuncia ahora Esperanza Aguirre que el PP madrileño exigirá experiencia previa en algún trabajo como requisito imprescindible para el desempeño de un cargo público. Seguramente no descubriremos a nuestro Franklin, pero al menos nos libraremos de tanto oblato. Por algo se empieza cuando se trata de restaurar la dignidad de la política y recuperar a los mejores para el servicio del bien común.

LA RAZÓN, 18/01/2013

lunes, 14 de enero de 2013

Lincoln en Cataluña



   Lástima que la magistral película de Spielberg sobre Lincoln ponga su foco únicamente en los acontecimientos de enero de 1865, el mes decisivo que concluyó con la declaración de emancipación y la abolición de la esclavitud en Estados Unidos. Es el hito histórico que todo el mundo sabría citar de él. Pero ya que vivimos tiempos en que la mayoría prefiere ver una película a estudiar la historia, e inmersos como estamos en el desafío separatista catalán, a los españoles nos hubiera venido de perlas que Spielberg hubiera mostrado también al Lincoln profundamente pacifista en la tesitura moral de aceptar la guerra para defender la Unión, la nación y la legalidad constitucional frente a los que terminarían provocándola para impedir que todo aquello sobreviviera. No está España ante su Fort Sumter. Son tiempos distintos, afortunadamente. Lo que trato de explicar es que no hubiera existido emancipación alguna en una nación rota tras una Constitución violada. Lincoln sabía -escribe Martín Alonso en “Ahora, y para siempre, libres”- que la secesión ilegal sancionaría el principio de que en todo momento y lugar es posible para cualquier minoría destruir las leyes orgánicas de gobierno. El separatismo confederado era el resultado de la incapacidad del Sur para imponer su idea de la Unión, como el independentismo catalán lo es de la suya para hacerlo dentro de la legalidad que todos los españoles nos hemos otorgado. Es la democracia misma, “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” que Lincoln consagró en Gettysburg, la que quiebra cuando una minoría puede romper a su antojo el pacto constitucional originario. Lincoln habla hoy a los españoles de toda condición. Nos enseña que el problema del separatismo no es quién lo plantea, sino cómo respondemos quienes defendemos que la convivencia en libertad lo garantiza un orden constitucional que deposita en el pueblo español la soberanía nacional.

LA RAZÓN, 18/01/2013

jueves, 10 de enero de 2013

Resabio liberticida

   Que Llamazares compare el caso de Ángel Carromero con el de los 2.500 españoles que actualmente están presos en cárceles extranjeras, la inmensa mayoría por delitos relacionados con las drogas, no es más que la bufonada servil y abyecta de un comunista residual, encarnación de esa ceguera voluntaria que todavía impide a algunos ver la escombrera humana que propició -y, en casos como el de Cuba, aún propicia- una idea criminal. Que el PSOE se preste a jugar el mismo partido de ensañamiento con un compatriota víctima de la dictadura castrista, por muy militante del PP que sea, denota la confusión ideológica del socialismo español y su dificultad genética para comprender que cuando la libertad está en juego, poco importa el color de quién la cercene. El maldito doble rasero. ¿O acaso cree alguien que el PSOE se hubiera mostrado tan mezquino si el preso Carromero, en vez de Castro lo fuera de Pinochet, y además militante de la izquierda revolucionaria? Es de una vileza insólita que los mismos que excarcelaron al terrorista de De Juana por “razones humanitarias” que encubrían una negociación política con ETA traten de impedir el tercer grado de un español condenado sin garantías por la satrapía de los Castro tras un accidente aún sin esclarecer. Al PSOE le queda el resabio de su pasado liberticida y totalitario. Renunció oficialmente al marxismo hace más de treinta años, pero ni siquiera entonces abandonó la ambigüedad en el combate moral que el mundo libre mantenía con el comunismo, hasta el punto de que -recuerda Stanley Payne- su neutralidad fue reconocida por la Unión Soviética con un galardón que avergonzaría a un partido de integridad democrática. Cree ahora que competir por la izquierda con IU le ayudará a recuperar el crédito perdido entre los españoles.

LA RAZÓN, 10/01/2013

viernes, 4 de enero de 2013

Ver para creer

   Andamos huérfanos de ejemplaridad. Así es imposible que los españoles se sientan concernidos por la apelación a un esfuerzo compartido. Cuando nos exprimen a impuestos y nos endurecen las condiciones de la jubilación no basta con apelar al sacrificio necesario para salir de la crisis. La ciudadanía tiene la impresión de que siempre pagan los mismos y está incubando una desafección con la política que corroe la misma convivencia democrática. De ser nuestros representantes a sufrirlos como una casta de intocables. Peligrosa transformación. Aún sangramos por la despedida del socialista Patxi López del gobierno vasco blindando su pensión vitalicia, la de sus consejeros, la de todos los que le precedieron y sus equipos, así como de las de “las viudas o viudos, huérfanas y huérfanos y padres y madres” de todos ellos, justificándola en la necesidad del “actual contexto social y económico”. Como si el resto de los mortales no sufriéramos el “actual contexto social y económico”. Por eso es fundamental que PP y PSOE empiecen a alcanzar acuerdos que adelgacen el peso de la política en la administración de la cosa pública. Si dar ejemplo es la única manera de influir en los demás (Albert Einstein), sólo viendo cómo ellos se ajustan también, los políticos, esquivaremos el descreimiento. Y no es tanto una cuestión de sueldos como de número. La propuesta de recortar una quinta parte de los 68.578 concejales que existen en España es positiva, pero insuficiente. Si de verdad hay voluntad de acuerdo, que el PSOE apoye la propuesta del PP para reducir a la mitad los 129 diputados de la Asamblea madrileña y juntos aprueben lo mismo para los 109 diputados de la Cámara andaluza: 15 millones de andaluces y madrileños pagan a 238 diputados regionales; a los 16 millones de holandeses les basta con 150 diputados nacionales. Nos sobran políticos.

LA RAZÓN, 4/01/2013