viernes, 31 de enero de 2014

La carta de Rajoy

   Los españoles entregaron a Rajoy una mayoría descomunal para que nos sacara de una crisis insólita. Las cuentas públicas estaban quebradas y España, condenada a un dramático rescate si no actuaba con determinación en una situación de emergencia nacional. A Rajoy no le tembló el pulso: incumpliría cuantas veces fuera necesario su palabra si con ello contribuía a devolver la confianza en España y a recuperar una economía en situación de enfermo terminal. “No he cumplido con mis promesas, pero he cumplido con mi deber”. Dos años después, España afronta un futuro distinto. Los riesgos no han desaparecido, el empleo aún no ha vuelto y queda camino por recorrer. Pero donde nadie daba un duro por España, ahora todo son expectativas halagüeñas. Rajoy se está jugando 2015 a una sola carta: la recuperación económica. Confía en que al final los españoles sabrán disculpar la ausencia de lo que Wert, antes de ser ministro, consideraba como una condición indispensable para afrontar el desafío: “Un relato de sacrificios compartidos y de sacrificios con sentido”. A Rajoy le ha faltado aliento churchilliano, es verdad.. Será anécdota si los resultados terminan dándole la razón. 
   Encauzado el reto económico, para disgusto de una izquierda a la que se le pasa el arroz y no consigue convertir a España en Ucrania, Rajoy llega a la Convención de Valladolid con el optimismo enturbiado por las dudas que en parte de su electorado crea la gestión de asuntos medulares para los que no existe la justificación de imperativos presupuestarios. Es un desapego peligroso. Está alimentado a veces por sensaciones y emociones, percepciones subjetivas que no siempre se pueden rebatir con la objetividad del dato contable.

jueves, 23 de enero de 2014

Gregorio Ordóñez, 19 años ya


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   Hubo un tiempo no lejano en el que el País Vasco ofrecía tres alternativas: vivir como un cobarde, largarte o quedarte con todas las consecuencias. Él decidió quedarse. Y ahora que vemos una corriente empeñada en desprestigiar la política reduciéndola a refugio de ladrones e incompetentes, él acudió a ella para cambiar las cosas. Explicó el motivo siempre con las mismas palabras: llegó un momento en que no pudo más. ¡Basta ya!, gritó. Y tras él, toda una mayoría callada hasta entonces por el miedo en tierra sometida por el fanatismo y condenada al charco de sangre. Sabía lo que quería la buena gente: vivir en paz. Sabía también que no habría paz sin la libertad elemental para decidir sobre tu propia vida en una época en la que otros decidían si tenías derecho a ella. Decían de él sus adversarios que era un radical. ¡Y vaya si lo era! Radical en plantar cara a los violentos; radical en denunciar la connivencia de los que apuntaban sin disparar; radical en su inquebrantable honradez. Tenía voluntad para cambiar las cosas, con espíritu indomable y palabra clara, alguna de las cuales he tomado prestadas para redactar estas líneas. Era una fortaleza política desconocida hasta entonces. El hijo al que apenas conoció evoca a su padre como un revolucionario. Tal día como hoy, ETA le asesinó de un tiro en la nunca mientras comía en un restaurante de su ciudad. El PP iba a convertirse en la fuerza más votada en San Sebastián y él, en su alcalde. 19 años después, son los amigos de sus asesinos quienes la gobiernan y la fundación que conserva el legado de Gregorio Ordóñez necesita nuestra ayuda. BBVA: 0182 5709 48 0010513502

LA RAZÓN, 23/01/2014

martes, 21 de enero de 2014

¿El PSOE se corrige?

   Tantos años de complicidad con los adversarios del PP a cualquier precio y en cualquier lugar donde el poder fuera la recompensa de los pactos más vergonzantes para un partido que reconocía así su debilidad, han conducido al socialismo a situaciones tan rocambolescas como la que ahora enfrenta en Cataluña. Obligado a expulsar de sus filas a quienes defienden lo que el PSC defendía en su programa electoral hace poco más de un año: una consulta por el derecho a decidir. “Nunca votaremos contra el derecho a decidir”, desafiaba Pere Navarro el pasado octubre en Madrid. Los socialistas catalanes se habían abstenido en el Congreso para no respaldar una votación sobre el derecho a decidir de todos los españoles en un asunto que, como el de la independencia de aquella región, corresponde al titular de la soberanía nacional: el pueblo español en su conjunto. 
   Bienvenido el giro del socialismo catalán corrigiéndose a sí mismo y su deriva anti-española. Incluso aunque lo haya hecho forzado por un órdago secesionista que dejó su ambigüedad sin más recorrido. Pero resulta fantástico que la número dos del PSOE, Elena Valenciano, alerte ahora al Gobierno y al resto de los partidos de que hay que tomarse “muy en serio” lo que sucede en Cataluña. ¿En serio? En situación distinta estaríamos si ella, y su partido, no se hubieran tomado a broma el abrazo de Zapatero al Estatut de Maragall, el gobierno conjunto con los independentistas, el cordón sanitario del Tinell... Y, sobre todo, si el PSOE dejara de jugar a la confusión con esa propuesta federalista que enmascara su indefinición en defensa de la Constitución y la nación española.

jueves, 16 de enero de 2014

Promesas de humo

               
   No existe una salida socialdemócrata a la crisis. No ha existido nunca porque fueron las políticas de gasto alegre y endeudamiento sin freno las que nos condenaron. Creyó Zapatero que la había hasta que los grandes líderes mundiales le forzaron a abdicar de sus ideas equivocadas, dejando desnuda a una izquierda sin recetas para una realidad inapelable: no se puede vivir a crédito si quien te presta deja de confiar en tu capacidad para devolverlo. Creyó esa misma izquierda decimonónica que Hollande les salvaría de la orfandad. Recuerdo a Rubalcaba celebrando el triunfo del francés como si fuera el suyo: “La voz de los socialistas sonaba débil en Europa. Hoy con Hollande tiene un magnífico altavoz”, decía mientras enarbolaba la bandera del país vecino junto a militantes entusiastas en Ferraz. 
  El periódico de la izquierda española despertó ayer del sueño: “El enemigo jurado de las altas finanzas y defensor a ultranza de la justicia social de la campaña electoral de 2012 ha pasado a mejor vida”. Y expidió su particular certificado de defunción: “Hollande confirmó un giro radical hacia las recetas económicas neoliberales y dejó de hablar a los electores de izquierda”. Cuando un periodista preguntó a Hollande cuáles eran las diferencias entre su nuevo programa y el de la derecha de Sarkozy, el socialista no pudo ser más explícito: “Que él no lo puso en práctica”. 
  Mientras la prensa mundial y los inversores reciben a la España que se esfuerza por salir de la crisis, Francia es vista como el nuevo enfermo de Europa. Con retraso, Hollande ha comenzado a recorrer el difícil camino de Rajoy. Rubalcaba seguirá aventando promesas de humo.

sábado, 11 de enero de 2014

Reeducados

   “ETA amenazó y mató a muchos para atemorizar. Y, sobre todo, para domesticar conciencias. En el PSE este proceso ha culminado. Los socialistas vascos ya no son libres. Son esclavos del miedo. Han sido reeducados”. La descripción es de Maite Pagazartundua, entrevistada en Telemadrid. Exdiputada socialista y víctima de ETA (su hermano, también socialista, fue asesinado en 2003), de expresión serena y fortaleza ética, Maite Pagaza encaja seguramente en el marco de lo que el joven comunista Alberto Garzón considera como un ultra. Esto es, alguien que se felicita de que la Guardia Civil, a las órdenes de un juez, detenga delincuentes en vez de firmar declaraciones junto a los amigos de ETA tildando la operación como obstáculo para la paz. Esta concepción del mundo al revés compartida por terroristas, cómplices, comunistas y socialistas (aún no he escuchado a Rubalcaba desautorizar a sus compañeros de San Sebastián) es uno de los triunfos de ETA. Que ya no mata, sí. Pero que ha logrado imponer en la sociedad vasca, y en gran parte de la del resto de España, lo que el profesor Rogelio Alonso define como una “atmósfera exculpatoria del terrorismo”. ETA no mataba por matar: perseguía objetivos políticos. No los ha conseguido todos, es verdad. Pero desde las instituciones podrá seguir en la lucha por el poder, que es en lo que está desde que emprendiera su camino criminal hace 50 años segando la vida de Begoña, una niña de 22 meses. La estrategia exclusivamente política de los proetarras está siendo aplaudida por muchos. Otro triunfo de ETA: que concedamos a su proyecto liberticida una legitimidad democrática. Nos arrepentiremos en el futuro.

LA RAZÓN, 11/01/2014

jueves, 9 de enero de 2014

Veredictos sin juicio

   La impunidad es incompatible con la democracia, modelo de convivencia que nos convierte a todos en iguales ante la ley. El delito tiene que ser perseguido y nadie puede escapar al castigo. En un régimen de libertades no hay otra forma de acreditarlo que tras un procedimiento judicial transparente y con las garantías constitucionales que amparan a todos, incluido el acusado. Donde las pruebas se impongan a las suposiciones y los hechos a las conjeturas. Todo se enfanga cuando el prejuicio se impone al juicio (“¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, clamó Einstein) y confundimos la necesidad de justicia con la pretensión intransigente de que se nos dé la razón. Erigidos en jueces que descubren la verdad en un estado de opinión. 
    Los estragos de una crisis económica profunda tienen encendida a una sociedad que, acostumbrada a que todo le es debido, interpreta cada merma en su bienestar como la consecuencia de un robo y no como efecto de decisiones colectivas equivocadas, en las que también pudo participar. Han robado los bancos, los empresarios, los políticos, así, sin matices. No hay duda: ellos son los culpables. La Infanta Cristina simboliza ese modelo de personajes que, sometidos a juicios mediáticos como carne de espectáculo, adelantan la condena popular, siempre más propensa al linchamiento que a la confrontación desapasionada de los hechos probados con el Código Penal. Aclamamos al juez aplicado que encuentra encaje penal para entregar una cabeza a la opinión pública deseosa de castigar a quienes considera culpables de sus penurias. Repudiamos al magistrado aplicado cuando no encuentra pruebas suficientes con la ley en la mano. La justicia solo lo es si confirma nuestro veredicto previo. Así nos va.

LA RAZÓN, 9/01/2014