miércoles, 25 de junio de 2014

No es partido para viejos

   La soliviantada alma republicana del PSOE tragó quina con el impecable discurso de Rubalcaba en defensa de la monarquía parlamentaria como garantía de todas las aspiraciones políticas. Así que no más. Asumida a regañadientes la normalidad de la abdicación, que ya no cuenten con ella para el aforamiento de don Juan Carlos. La militancia socialista ha desbordado el sentido común, huye de la moderación y está en carrera por la calle de la izquierda para ver cómo evita que “Podemos” les vacíe las urnas de votos. El PSOE ya no es partido para viejos. Felipe González lamenta que la formación del verdadero Pablo Iglesias haya perdido de vista un razonamiento histórico: desde que fuera fundada hace 130 años en la madrileña Casa Labra, es la primera vez que un Rey ha sido neutral, respetuoso con la democracia y su mayor defensor. A los jóvenes candidatos que aspiran a dirigir el partido les bastaría conocer la turbulenta historia de España los dos últimos siglos para valorar lo que ha supuesto la monarquía parlamentaria para la convivencia en paz, progreso y libertad. Con un Rey constitucional la izquierda ha gobernado España más años que la derecha sin problema alguno, imponiendo incluso sus criterios morales. Pero los cachorros socialistas están infestados de adanismo, esa limitación adolescente que te lleva a creer que el mundo comienza con uno mismo. “Los socialistas deberíamos tener menos dudas que nunca”, advierte Felipe González. Y sus palabras se las lleva el viento. Arrebatado de urgencias, el PSOE que se está gestando llega huérfano de perspectiva. Sólo tiene oídos para la flauta del Hamelín de la nueva izquierda. Les suena original. Aunque la melodía sea tan antigua como su coleta.

LA RAZÓN, 25/06/2014

jueves, 12 de junio de 2014

Un ancla para el PSOE

   Son tiempos de zozobra para la izquierda democrática. La corrupción de ideales que consideraba puros derribó el Muro de Berlín y esta crisis colosal que nos castiga desde hace años ha dejado a la socialdemocracia huérfana de respuestas viables. En el desconcierto, y chapoteando en busca de una identidad perdida, hay fuerzas dentro del PSOE que bracean para llevar el partido hacia esa izquierda antigua que crece en la tierra fértil del descontento mediante el abono demagógico del discurso fácil. 
  La monarquía parlamentaria que devolvió la libertad a los españoles no hubiera sido posible sin el compromiso de los socialistas y comunistas de entonces, republicanos todos ellos. Izquierda Unida ya no está con el orden constitucional: acampa extramuros para su asedio. A Cayo Lara le falta grandeza y le sobra exabrupto para que podamos reconocer en los comunistas de hoy la herencia de Carrillo. El PSOE duda. Está agitado e inquieto. Pierde votos a chorros y se siente tentado de cortar la hemorragia con apósitos viejos aplicados sobre cuerpos jóvenes. La abdicación del Rey ha sido levantada como banderín de enganche por quienes creen que precipitando el partido hacia debates superados podrán ganar el futuro. De ahí la dimensión del discurso de Rubalcaba ayer. Tan republicano como Madina, y pese a su liderazgo ya crepuscular, rindió un último servicio al PSOE anclándole al pacto constitucional que ha garantizado durante 35 años monarquía y democracia, gobiernos de derecha y de izquierda. Convivencia en libertad, en definitiva. La que está en peligro si el gran partido de la izquierda democrática española yerra en el análisis de los males que le aquejan y se deja seducir por aventurismos sin rumbo.

jueves, 5 de junio de 2014

Un debate tramposo

   Cayo Lara no tiene la coleta del telepredicador del nuevo paraíso comunista, pero con su camiseta multicolor (según la “marea” que toque promocionar cada día), compite con Pablo Iglesias en despachar barbaridades liberticidas al amparo de la monarquía parlamentaria que protege su derecho a no ser tratado como cualquier venezolano crítico con la república bolivariana. Ni Lara ni Iglesias podrían ponerse tan estupendos en la agitación subversiva en sus repúblicas idealizadas. Aquí podemos, vaya si podemos, pero en Venezuela, en Cuba o en Corea del Norte, los ciudadanos reducidos a súbditos no pueden: simplemente aguantan, soportan y tragan. Su disidencia tiene un precio: la cárcel, cuando no la muerte. Tampoco hay lugar para la protesta en monarquías como las del Golfo, sátrapas bañados en petróleo que compran el silencio de las democracias occidentales con sus atractivas oportunidades de negocio. Hay monarquías despóticas, cuasi-medievales, y repúblicas irrevocablemente democráticas, como la norteamericana, tan despreciada por los activistas del republicanismo español como un sucedáneo del fascismo cuando son los republicanos estadounidenses quienes gobiernan. Así que los Lara y los Iglesias de turno sólo son republicanos en la medida que se lo permite su sectarismo ideológico, pero pretenden empujarnos a todos a un debate tramposo. ¿Monarquía o república? Pues según lo que envuelvan cada una. De los diez países más desarrollados del planeta, seis son monarquías parlamentarias. Como Lara e Iglesias formarían parte de la casta autoritaria en las repúblicas de Cuba y Venezuela, entiendo que las prefieran a Inglaterra, Holanda, Suecia o España, modélicas democracias coronadas donde nadie ni nada está por encima de la voluntad popular. Solo es necesario conformar la mayoría. El detalle que nuestros republicanos quieren ahorrarse. De ahí sus algaradas.

LA RAZÓN, 5/06/2014