viernes, 30 de mayo de 2014

La tentación

   El populismo es el atajo político de los dirigentes débiles cuando los tiempos se complican. Prende fácil en una opinión pública que detesta las malas noticias, se extiende con su promesa de beneficios inmediatos y sus efectos terminan siendo devastadores. El PSOE está siendo reducido a cenizas por el incendio que él mismo provocó. Engañó con unas políticas suicidas (“Sabíamos que dañaríamos a España y a los españoles”, reconoce Solbes en su libro sobre los años del zapaterismo), las enmendó con la boca pequeña cuando Obama y Merkel dejaron de reírle las gracias a ZP, y ahora no quedan votantes que crean a los socialistas cuando proclaman que para salir de la crisis hay que hacer lo que ellos dicen, que es lo contrario de lo que hicieron, y de lo que hacen otros socialistas en Europa. 
   Recolecta lo sembrado. Al PSOE le faltó patriotismo y le sobró demagogia para contener la radicalización de un electorado que ahora se le escapa para encontrar acomodo entre los cantos de sirena de quienes se ofrecen como la izquierda inmaculada: el chavismo liberticida de Pablo Iglesias. Rubalcaba tira la toalla. Se antoja el desistimiento de ese socialismo valiente que en su día transitó del marxismo a la socialdemocracia convencido de que solo ganando el centro alcanzaría la mayoría. El problema del PSOE se ha convertido en un problema de España: la izquierda que se necesita para gobernar no es la de esa militancia que empuja al PSOE a precipitarse al pozo del pasado para abdicar del sentido común. Peligrosa tentación la del partido que fundó Pablo Iglesias si cree que su futuro pasa por competir con el nuevo Pablo Iglesias. Tan antiguos ambos.

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